| Las calles de antigua con uno de sus volcanes al fondo |
A diferencia de
lo que me imaginaba, las noches en el centro de Guatemala eran frías, debido a
las cordilleras de montañas que corren por el centro del país a semejanza de una
columna vertebral. El poco o nulo tiempo que había dedicado a estudiar la
geografía previo al viaje, nos castigó haciéndonos soportar el frio de Cobán en
short y camiseta de manga corta. Aun así, esto importo poco al ver lo hermosa
que era esta ciudad colonial en medio de las montañas, muy parecida a Real del
Catorce o San Miguel de Allende en México.
Nos despertamos
temprano con la intención de tomar rumbo hacia la Ciudad de Guatemala lo más
temprano posible, y así evitar que la noche nos agarrara sin novedades durante
el camino como en el día anterior. Para mi sorpresa, me encontré con Charlotte
y Caroline Müller hospedadas en el mismo hostal donde nos habíamos quedado,
estas eran las mismas chicas francesas que había conocido en la isla de Flores
el día anterior y que no habían aceptado viajar con nosotros porque ya habían
comprado su boleto con anterioridad. Después de una breve platica nos dimos
cuenta que también iban a la Ciudad de Guatemala, una vez más les ofrecí que
vinieran con nosotros, cosa que rechazaron porque nuevamente ya tenían su
boleto de autobús comprado. En ese momento de la historia no sabía que estas
chicas iban a influir en mi de una manera bastante profunda. Fue aquí donde las
presente con Carlos y Melanie. Charlotte ya tenía tiempo viviendo en
Latinoamérica, exactamente en Argentina, por lo que hablaba el español con una
mezcla de acento francés y argentino que le daba mucho estilo. Ella fue la que
nos explicó que parte de los hombres armados que habíamos visto en la carretera
el día anterior, eran bastante amigables pero que se veían en la necesidad de
llevar armas de alto calibre para evitar el robo de ganado, tan común en la
zona.
| Artesanias guatemaltecas |
Una de las cosas
que más nos llamó la atención en Cobán fueron las artesanías, bellos vestidos y
sudaderas con figuras geométricas de colores brillantes o incluso flores
bordadas a mano, forros de libretas de cuero con la leyenda “recuerdo de
Cobán”, muñequitas de trapo, juguetes de madera, cuadros con figuras de
quetzales, entre muchas otras cosas.
No tardo mucho
tiempo en que nos rugiera la tripa, incentivo suficiente para obligarnos a
buscar donde desayunar, pero eso sí, con la condición de que fuera barato.
Preguntando fue como llegamos al mercado, lugar donde vi las zanahorias más
grandes que he visto en mi vida, casi podría haber dicho que en vez de
zanahorias eran pepinos pintados de naranja. Las mestizas vendían los productos
de sus hortalizas en puestos improvisados a una orilla de la calle, así como se
suele hacer en algunos tianguis de la Ciudad de México, la mayoría de ellas
llevaba un rebozo con rayas de colores sobre un fondo negro, algunas lo usaban
para cargar al niño y otros para cubrirse del sol. Estas mujeres con alegría
nos invitaban a que lleváramos desde nabos, papas y esas zanahorias increíbles,
hasta condimentos y especias.
| Las zanahorias más grandes que he visto |
Encontramos un
puesto en el que vendían tamales como los oaxaqueños que comemos en México
envueltos en hojas de plátano; con la diferencia en que estos eran
considerablemente más grandes.
Con el estómago
lleno y el alma en paz, nos aventuramos nuevamente a tomar las carreteras de
este hermoso país. El camino a la capital fue largo, pero sin ningún percance,
con la única novedad de los increíbles paisajes que iban pasando uno tras otro
en las ventanas de nuestro auto.
Llegamos a
nuestro destino como a eso de las seis de la tarde, todavía había luz, pero
empezaba anochecer. Para describir la capital del país lo hare de la siguiente
manera: Una Ciudad de México pero en chiquita, numerosas casas, mucha gente por
todos lados, tráfico e incluso el mismo sentimiento de ciudad enorme e
intimidante que produce la capital de nuestro propio país. Como no teníamos
idea a donde dirigirnos, ni lo que debíamos de hacer, acudimos al siempre
confiable McDonald’s más cercano para agarrar la señal de wi-fi gratuita. En
cuanto al tema de los McDonald’s, me llamo la atención que estos restaurantes
abundan mucho en todo el país, cosa que nos facilitó mucho la existencia a la
hora de necesitar conectarnos a internet.
- ¿Han
considerado irse a Antigua? Allí esta lo bueno. – Nos dijo un señor que
saboreaba una hamburguesa con su esposa después de que le preguntáramos sobre a
donde nos recomendaba ir.
-La verdad es
que nos encantaría, he visto unas fotos muy bonitas del lugar, pero no queremos
manejar de noche. – Respondí.
Tiempo y
actividad nocturna fueron los dos únicos argumentos que necesito este hombre
para convencernos de no quedarnos en la capital y seguir nuestro camino hacia
una de las ciudades que está catalogada como una de las diez ciudades más
bonitas de américa. (Y no lo digo yo)
| Desayuno rico y nutritivo en el mercado de Cobán |
Si la ciudad de
Cobán es de estilo colonial, Antigua le dice quítate que ahí te voy. Sus calles
empedradas hacían juego con los adoquines y las terrazas adornadas con
mampostería para deleite de cualquiera que disfrute de un buen taco de ojo de
arquitectura. Hasta ahora nunca he tenido la oportunidad de visitar España,
pero he visto fotos de pueblos cercanos a Sevilla o a La Mancha, y se me hacen
lugares parecidos a Antigua. El color amarillo, rojo y blanco eran los que más
abundaban en la fachada de las casas, comercios y montones de hostales que
logramos divisar con la luz que nos proporcionaban las farolas apostados a los
lados de las calles. Y como en toda ciudad con orígenes españoles, no podían
faltar las iglesias en casi cada esquina de la calle, la mayoría de ellas con
la arquitectura sobria pero elegante que ofrece el estilo barroco o llamativa
que podemos ver en el estilo churrigueresco; o incluso una mezcla de ambas.
-Lo siento,
estamos llenos. – Fue la negativa que recibimos en casi todos los hostales que
preguntamos por alojamiento. – Pero conozco alguien que quizá les rente un
cuartito para que se queden. – Al final nos dijo uno.
Fue así como
conocimos a la “Tía”.
- ¿Puedo decirle
tía? Es que me recuerda a una tía que tengo. – Le pregunte con tono de broma para tratar de romper el hielo.
-Como quieras. –
Respondió la tía con todo el desgane del mundo, una señora de unos cincuenta
años con cara de pocos amigos después de mostrarnos la habitación y cobrarnos
100 quetzales por cabeza. Tengo que decir que la habitación no era un
pent-house, pero en ese momento un techo, unas camas y un baño con regadera se
me antojaba que era lo único que se necesitaba para ser feliz. Al final de
cuentas, estábamos en una ciudad muy bonita al sur de Guatemala y no estábamos
dispuestos a dejar que nada lo arruinara.
| Melanie en Cobán |
Después de
cambiarnos de ropa y ponernos guapos, Melanie y yo salimos de la casa de la tía
con la intención de explorar la vida nocturna del lugar. No tuvimos que
preguntar mucho para dar con los primeros antros en los que se escuchaba la
salsa a todo lo que daba. Nuestros pies y nuestras caderas se despertaban con el
ritmo de la percusión, nuestros cuerpos pedían a gritos que bailáramos y no
estábamos dispuestos a negarles la petición. Ya tengo tiempo de conocer a
Melanie, la conocí en una excursión que hizo su universidad a Mérida para que
esta aprendiera español, nos hicimos amigos, tiempo después me fui un tiempo a
Utah y seguimos con nuestra amistad, la cual se aflojo un poco, pero regreso
con más fuerza que nunca un otoño que ella regreso a visitar Mérida cuando yo
ya había vuelto a la tierra de mis amores. Una cosa que caracteriza nuestra
amistad es el amor que ambos tenemos por bailar, en especial salsa o cumbia.
Era obvio que no íbamos a perdonar la oportunidad de sacarle brillo a la pista
en Antigua.
Entramos al
primer antro y tardamos unos cuantos minutos en decidir que era mejor que nos
sentáramos solamente a ver. La forma de bailar de los locales rozaba lo
profesional, su manera de bailar salsa era tan deliciosa como el ritmo del
timbal que marcaba el paso de las muchachas que meneaban su cintura bajo la
guía del varón que las hacia dar vueltas, intercambiando miradas y abrazos en
una danza que esta por más decir que es provocadora. Cualquiera que hubiera
visto lo que Melanie y yo vimos, hubiera dicho que las parejas de baile se
leían la mente para saber exactamente donde colocar la mano después de cada
vuelta o los momentos exactos para agacharse, también se hubieran dado cuenta
que la forma en que lo hacían e intercambiaban de pareja estaba tan bien hecho
que se hubiera dicho que era imposible que fuera una danza coreografiada. Era
talento puro. Un arte digno de tomarse el tiempo de sentarse y contemplarlo con
la boca abierta. Las parejas de los antros en Antigua se podían decir que eran
el disfrute hechos persona. Si eso no era felicidad, que venga cualquiera a
Antigua y me diga lo contrario. Y eso era exactamente lo que sentía por estar
ahí con mis amigos en un lugar tan magnifico como intrigante por los secretos
que seguramente guarda: felicidad.
