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martes, 21 de noviembre de 2017

La bahia humeante






El puente del lago de Reikiavik

El Harpa es como una especie de centro de conferencias, así como un lugar iconico del país.

Otra del Harpa

Colores en un mundo lleno de grises

Coronas islandesas

El nombre de una calle

La vida en el mar del norte
Cuenta la leyenda, o mejor dicho el archivo de asentamiento de Islandia. Que cuando los noruegos liderados por Ingólfur Arnarson llegaron a la isla, se quedaron impresionados por las fuentes termales que encontraron en el territorio. Fue así como fundaron un pequeño poblado que posteriormente se transformó en la capital de Islandia que bautizaron como Reykjavíkurborg, que en español significa la ciudad de la bahía humeante.
Y exactamente ahí estaba yo. Parado con mi mochila en los hombros sin idea alguna de a dónde dirigirme. Tan cerca del polo norte como jamás había imaginado y sintiendo los vientos polares golpeándome el rostro, dejando mi piel fría a su paso y mis pulmones inundados de una aire tan fresco y puro que no podía estar más agradecido por esa sensación de estar purificándome desde adentro.
Y recordé:
En cierto momento de mi vida me di cuenta de que era necesario adoptar una filosofía de vida, una manera de ver y de pensar que me ayudara a orientarme. Por eso, antes de oficialmente empezar este viaje, con los boletos en mano mientras esperaba a abordar el avión, escribí la siguiente promesa – filosofía – para mí:
Querido Elier:
Hazlo. Sal y disfruta de los nuevos lugares, de las nuevas culturas. Enamórate mil veces, si, enamórate de la vida, de los cielos, de los nuevos amaneceres y de las noches que te permiten descansar. Enamórate del camino, de su gente, de la música y del que piensa diferente a ti. Y, sobre todo; no te preocupes por nada, se feliz como si fueras a vivir por siempre.
Una hora y media después de que el avión hubo aterrizado en Islandia estaba parado en Bókhlöðustígur, cerca del lago Reykjavíkurtjörnin, en el centro de Reikiavik. El lago reflejaba la luz del sol sobre sus tranquilas aguas y un conjunto de edificios blancos con techo color verde claro; en medio de estos se podía ver lo que para mí parecía una pequeña iglesia con su pararrayos del mismo color de los tejados de las otras construcciones. La gente caminaba tranquila y parecía que nadie tenía prisa para llegar a ningún lado. En verdad me hubiese detenido a contemplar el magnífico y relajante paisaje si no fuera por el hambre que no me dejaba si quiera concentrar, tenía casi 16 horas sin comer, prácticamente desde que había salido de San Diego, porque se me había hecho tarde para tomar el vuelo desde Los Ángeles.
Aparentemente acababa de amanecer (porque en Islandia es difícil saberlo), el cielo se encontraba despejado, pero aun así se veían charcos por todos lados, rastros de una lluvia reciente. Para las nueve de la mañana, las calles ya estaban concurridas por gente que iba en todas direcciones, el paso de estas ya no era tan tranquilo, pero aun así inspiraban una tranquilidad que no había visto en otro lado.
Todos los edificios de derredor tenían letreros con nombres que eran imposibles de pronunciar, incluyendo los letreros de señalización. Palabras larguísimas con una sintaxis complicada y símbolos que jamás había visto en mi vida. Por primera vez estaba en un lugar completamente diferente a mi mundo. Por primera vez estaba fuera de América.
Solo tuve que darle una mordida para darme cuenta de que no era algo excepcional. El pollo con curry estaba delicioso. El tomate, la lechuga y la cebolla estaban frescos e incluso la masa con la que se había hecho la pita que envolvía el Kebab estaba bien cocida. Pero ni así, el shawarma valía los 16 dólares que me hicieron pagar por él. Y no, no fue capricho de entrar y comer en el primer restaurante que encontré, ni descuido en el cambio de los dólares a las coronas islandesas. Restaurante al que entraba a revisar el menú, restaurante del que salía casi despavorido al ver los desorbitantes precios que manejaba. Camine casi por una hora hasta encontrar ese puesto de kebabs que si bien, ha sido el “Kebab shop” más caro en el que he comido, también fue el lugar más económico que encontré para mitigar mi hambre. Con esto no trato de asustar a alguien que quiera visitar el país, simplemente le advierto a estar preparado de encontrarse con precios desorbitantes y le invito a llevar latas de atún en la mochila que bien hubieran sido de ayuda para mí en aquel momento con mi presupuesto. Con todo esto, visitar Islandia definitivamente debe de estar en la lista de cosas que uno tiene que hacer antes de morir.

Probablemente el kebab más caro del mundo


Ya bien comido, saque el mapa que me había dado la señora a la que le compre el boleto del aeropuerto de Keflavik a Reikiavik. Rápidamente localice los puntos de la ciudad que más ganas tenia de visitar. Estaba claro que tenía que ir a Hallgrimskirkja, uno de los lugares más emblemáticos de la isla. Puse pies en pólvora y caminé hacia donde según yo podía estar. Tarde 15 minutos en darme cuenta de que estaba caminando en círculos. Traté de preguntar a los locales, pero al parecer Islandia no es un país en el que muchos hablen inglés y mucho menos español, bueno, eso pensé hasta que me topé con Héctor. Al verlo, por su cabello oscuro y sus facciones, inmediatamente supe que al igual que yo era latino. Héctor caminaba despreocupado sin el interés en todos los detalles que nunca ocultamos los que somos foráneos, por lo que inmediatamente intuí que vivía en la isla.

Margarita Velcheva y yo despues de 8 horas y media de vuelo


-Disculpa, ¿me podrías decir cómo llegar a este lugar?  - le pregunte en ingles al tiempo que apuntaba con mi dedo índice el lugar al que deseaba llegar.
-Claro, te vas todo derecho por esa calle, das vuelta a la derecha en dos esquinas y te vas todos recto. – me respondió en inglés.
Inmediatamente reconocí en su forma de hablar rastros de un acento procedente del español, así que me aventuré a preguntarle ya en nuestro idioma.
- ¿De dónde eres?
- ¿Así que hablas español? – respondió Héctor con tono de asombro.
-Por supuesto, es mi lengua madre. Soy de México ¿y tú?
-De Colombia
-Entonces, ¿Cómo dices que llego a esa iglesia enorme con forma de punta de lanza?
-Es fácil, pero deja voy a buscar mi bicicleta y te llevo.

Quince minutos dure perdido, y menos de quince minutos fue lo que tardo Héctor en llevarme hasta donde estaba Hallgrimskirkja en todo su esplendor. Definitivamente tenía forma de lanza apuntando hacia el cielo gris, del mismo color de la estructura. Hallgrimskirkja lucia fría e imponente, como desafiando al mar del norte que rodeaba su colina donde la iglesia estaba asentada. Frente a ella había una estatua de Leifr Ericsson y bajo ella un texto que rezaba: A Leifr Ericsson, hijo de Islandia, descubridor de Vinland (Norte américa) Sin duda alguna, este letrero fue el primero de muchas cosas que han cambiado mi idea y visión del mundo durante este viaje. De pronto me di cuenta, que todo lo que sabía del mundo o creía saber, estaba a punto de cambiar, lo más increíble es que en ese momento no tenía idea de cuánto.
Estatua de Leifr Ericsson











miércoles, 27 de septiembre de 2017

¿Otro planeta?


Vista de las montañas de Groenlandia desde el avión


Llevaba un poco más de 6 horas de vuelo desde Los Ángeles cuando los rayos del sol empezaron a entrar por las pequeñas ventanas del avión Boeing 777, faltaban dos horas y media por delante antes de que el avión aterrizara en tierras islandesas. Margarita dormía en el asiento de a lado, apenas nos habíamos conocido y ya habíamos pasado las primeras cuatro horas del vuelo intercambiando detalles de nuestras vidas; para ese entonces ya me había enseñado como sobrevivir con algunas frases en Bulgaria y yo le había platicado la leyenda del conejo en la luna de México. Las diferencias culturales eran más que obvias, sin embargo, muchas horas de vuelo sumadas a la curiosidad humana de conocer eso que le es ajeno, fueron suficientes para que al poco tiempo nos tratáramos como si nos conociéramos de toda la vida.
Fue por ahí de la séptima hora que empecé a ver pequeños puntos blancos sobre el mar. Mi lógica me decía que eran icebergs, me decía que estábamos cerca de Groenlandia, pero el simple hecho de pensar que estaba tan lejos de casa, sobrevolando lugares que solamente había visto en los mapas y en mis sueños, me impedía creerlo. Al poco tiempo de divisar los primeros témpanos de hielo flotantes, una voz en el altoparlante comenzó a hablar en islandés, era la segunda vez que escuchaba la lengua, la primera vez había sido siete horas antes, cuando empezaron a dar la explicación de lo que se debe de hacer en caso de que el avión sufra un accidente. Cuando la voz termino de dar su discurso en islandés, dio paso a explicar en ingles lo que ya sospechaba, en efecto, los puntos blancos que veía flotando sobre el atlántico eran témpanos de hielo, y estábamos cerca de Groenlandia. Pocos minutos después de esto, como si fuera un gran manto que iba cubriendo el mar poco a poco, apareció el área continental de Groenlandia. La visión de todas esas montañas y hielos perpetuos era capaz de quitar la respiración a cualquiera, y así hizo conmigo. Mis ojos no daban crédito a la belleza que estaba presenciando en aquel momento.
Pocos minutos después de sobrevolar Groenlandia, Margarita Velcheva despertó. Ambos conversamos animados sobre lo hermoso que era aquel paisaje congelado, de lo recóndito que nos encontrábamos en el mundo y sobre las maravillas que nos esperaban.
Fue así, como después de ocho horas y media de vuelo, al fin llegue a Islandia. Estaba pisando por primera vez en mi vida tierras vikingas ¿Quién podría creerlo? la tierra de Ericsson y de leyendas como el gran árbol de la vida Yggdrasil, las Valkirias y el ragnarok.
¿Cuál fue mi primera sensación al bajar del avión y ver la famosa belleza de Islandia? Frio, mucho frio; y esto no era culpa del clima, inteligentemente se me ocurrió bajar del avión con los mismos shorts con los que subí en California, aun teniendo la oportunidad de cambiarme de ropa en el baño del avión. Aun así, el sentimiento de aventura era aún mayor que la incomodidad de tener las piernas desnudas en un clima hostil. Ya abajo del avión, un pequeño autobús nos llevó hasta la entrada del aeropuerto, donde me despedí de Margarita prometiendo que si algún día visitaba Bulgaria o Holanda que era donde ella vivía, la visitaría, al igual que ella si visitaba México en alguna ocasión.
Minutos después de cambiarme el pantalón, corrí a comprar el boleto que me llevaría hasta la ciudad de Reikiavik, la capital de Islandia.
Una vez fuera del aeropuerto, me costaba creer todo lo que mis ojos veían, era como si hubiera viajado a otro planeta. La primera cosa que llama la atención a nosotros los extranjeros es que no se ven arboles por ningún lado, solo praderas enormes, como si fueran mares de un verde oscuro como el musgo, el cielo gris, y a lo lejos, al final de ese océano de hierba, se puede ver el mar del norte que golpea con fuerza y furia las costas rocosas del país. De vez en cuando durante el trayecto de media hora del aeropuerto a la ciudad, nos topamos con pequeños cuerpos de agua, como arroyos y pequeñas cascadas que contrastan con el paisaje que a mi parecer se me antojaba agresivo, pero con una belleza salvaje casi abrumadora.

Poco a poco fueron apareciendo pequeñas casas de madera de colores rojo, verdes o azules, algunas de las cuales tenían pequeños muelles donde había botes amarrados los cuales se usan para pescar. Era una verdadera maravilla estar en un lugar tan diferente a mi hogar, no podía estar más agradecido con la vida por permitirme ver aquellos paisajes con mis propios ojos. Por permitirme ser de los afortunados que cumplen sus sueños, aun contra los pronósticos y las preguntas que la gente me hace: ¿Qué estás haciendo de tu vida? Al ver las maravillas de los lugares que he visto, sin duda puedo contestar que exactamente estoy haciendo para lo que he nacido: ser feliz.


Grandes extensiones de hielos perpetuos y pequeños lagos

Islandes

lunes, 31 de julio de 2017

El cerro de la Santa Cruz y los volcanes de Antigua





Toda Antigua


Desde niño sentí fascinación por la palabra escrita; por los libros. Desde ese entonces a la actualidad, he tenido la oportunidad de que diferentes autores motiven mi imaginación en dirección a los lugares más variopintos, desde las peligrosas favelas en Rio de Janeiro que describe Paulo Lins en su libro “Ciudad de Dios” hasta las frías calles de Moscú en la historia que escribió Máximo Gorki en su libro “La madre”. Gracias a Gorki y muchos otros autores de diferentes épocas, también he tenido la oportunidad de viajar en el tiempo como lo hice con “La isla bajo el mar” de Isabel Allende, en la que exploré las calles de Port au Prince en Haití durante el dominio francés a este país caribeño y las colonias burguesas afrancesadas de Santo Domingo, República Dominicana. La habilidad de Isabel Allende para describir con precisión quirúrgica los detalles de la vida de los esclavos africanos en las plantaciones de caña de azúcar, me hizo aborrecer el maltrato y las diferencias raciales que nos han degradado como seres humanos a lo largo de la historia. He recorrido las calles empedradas de Inglaterra cientos de veces gracias a las palabras de Arthur Conan Doyle y Oscar Wilde, he navegado el Mississippi, a través de las hojas de “Huckleberry Finn” o explorado lugares salvajes de África gracias a la pluma de Haggard en su libro “Las minas del rey Salomón”, todo esto sin tener que salir de mi casa, gracias a que un hábil escritor tuvo el talento para expresar lo que veía y lo que sentía en hojas en blanco que sirvieron de lienzo a su imaginación. Imaginación que sirvió de combustible a mi hambre de ver el mundo, ganas de ver todos aquellos lugares con mis propios ojos y experimentar en carne propia las aventuras de todos esos personajes que han hecho de mi mundo un lugar menos aburrido. Menos rutinario.
Fue así como comenzó uno de mis grandes sueños, el cual estoy viviendo hoy día. Poco a poco me he convertido en el arquitecto de mis sueños, el encargado de diseñarlos tal cual me gustan y el responsable de ver que se hagan. Y es así como he llegado a este punto, en el que he dejado de ser yo el que está sentado leyendo para convertirme en el que está relatando la historia de los maravillosos lugares que he tenido la oportunidad de ver con mis propios ojos. Lugares que me han inspirado a plasmar en archivos de Word cientos de historias y personajes basados en lugares y personas reales que he conocido a lo largo de mi camino. Hace un año que paso la aventura que ahora escribo, y con la cual cerré mi viaje por Belice y Guatemala. Un año es tiempo suficiente para que pasen muchas cosas y también para aprender, pero si pudiera dar un resumen de las grandes lecciones que me han dejado todos estos días, seria esta: no hay nada mejor en este mundo que ir a buscar lo que a uno le hace feliz, aun si se tiene que lidiar con las críticas de las personas que no creen en ti. Aun si tus amigos y familiares tratan de disuadirte de que estas tomando un camino extraño por el simple hecho de que no saben a dónde te diriges, vale la pena amigo mío, aun si ni siquiera tu sabes a donde te diriges, o si las circunstancias te hacen cambiar tu estilo de vida por una mochila con pocas pertenencias, al final de cuentas, el levantarme cada mañana y ver al tipo que me regala una sonrisa sincera todos los días al otro lado del espejo, no tiene precio. Pero ya me desvié, la lección es esta: Si algo te hace feliz, hazlo.
Fue así como hace un año, con el sentimiento de por fin empezar a realizar lo que siempre había deseado, abrí los ojos esa mañana a finales de julio. Con la boca pastosa por culpa de la sed, salí a la calle a ver que compraba por unos cuantos quetzales. Era domingo y las calles estaban vivas, rebosando de gente que iban de un lado a otro, muchos de ellos iban a instalar sus puestos de comida en el mercado y otros tantos se dirigían a sus servicios religiosos, se veían testigos de Jehová, católicos, cristianos y por supuesto los mormones, a los cuales reconocí por su ropa: camisa blanca, pantalón de vestir y corbata. Me acerqué y les pregunté en qué dirección estaba la capilla. Regrese a la habitación que nos había rentado la tía y levante a Melanie y Carlos para que fuéramos a la iglesia. Nos pusimos nuestras mejores ropas, que en mi caso consistió en un pantalón no tan sucio y la única camiseta limpia que me quedaba.

Iglesia amarilla "La buena voluntad del pueblo"


Los servicios fueron los mismos que hubiéramos tenido en México o en cualquier otra parte del mundo, por lo que no hablare de ellos en esta ocasión. Después de esto fuimos a conocer Antigua de día, la noche anterior solo habíamos tenido la oportunidad de ver la ciudad iluminada por la luz de la luna, los faroles de las calles y las luces de las casas, comercios e iglesias. Aun así, Antigua tuvo lo suficiente como para enamorarnos, aunque debo decir que con la luz natural del sol pegando sobre los edificios, la belleza de la ciudad colonial pasaba a otro nivel. Un anillo de cerros rodeaba el pequeño valle como si quisiera cuidar su belleza de manos invasivas, como si Antigua fuera un secreto, una perla entre las cordilleras de Guatemala, aunque en realidad algunos de estos cerros eran volcanes, volcanes que según nos contaron los pobladores aún seguían activos. Las iglesias y las casas hablaban de un pasado español muy marcado, mientras que la población y la cultura nos hablaban de un presente indígena del cual los lugareños se sienten muy orgullosos. Cualquiera que visite Guatemala se va a enamorar de dos cosas, lo primero, sus paisajes y después su gente. Los locales son personas cálidas como el latino sabe serlo y amables como solo el guatemalteco sabe.

¿Nubes o el humo de los volcanes?

Ya que hace un momento hable de religión, sería un pecado que no hablara de la gastronomía guatemalteca y lo que comimos ese día. Para ajustarnos a nuestro corto presupuesto decidimos dirigirnos al mercado, donde encontramos un puesto en el que una señora vendía frutas de todos los tipos, desde mango, papaya, jícama, pepino, piña, coco, entre muchas otras. No perdimos el tiempo y compramos montones para ir comiendo mientras caminábamos entre las calles y callejones de la ciudad, las comisuras de nuestros labios chorreaban por lo jugoso de las frutas mientras que nuestras papilas gustativas se encendían al sentir lo dulce que es la fruta que crece en esa parte del país. Y hablando de frutas, hay que hablar de una de las más fáciles de cultivar en esta región y por la que son bastante famosos en el país los antiguenses: el cacao. Podíamos ver puestos por todos lados que se encargaban de vender los productos derivados del cacao, desde jabones hasta el delicioso chocolate, el cual había combinado con todos los sabores que a uno se le puede imaginar, con vainilla, fresa, frambuesas, arándanos, almendras, zanahoria, calabaza e incluso unos más exóticos que combinaban tocino, los cuales no me decidí a probar (Y me arrepiento). Un paraíso para todo amante del dulce e incluso para los que no también, porque también contaban con chocolate del tipo amargo el cual era excelente.

El templo de las chocoaventuras

Caminamos un rato hasta que por fin llegamos a un arco enorme de piedra pintado con un color amarillo ligero. Por lo que nos pudimos dar cuenta, este era uno de los monumentos icónicos de la ciudad. A unas cuantas cuadras de ahí se alzaba el cerro de la cruz, al cual subían las personas para ver la ciudad desde lo alto, cerro que recibe su nombre por una enorme cruz de piedra que adorna el centro del mirador. El aire puro y la visión de los volcanes al otro lado de la ciudad que se dibujaban perfectamente enfrente de nosotros, hizo que me enamorara aún más de aquel país que se había robado mi corazón por siempre, ya habían pasado varios días desde que había llegado a tierras guatemaltecas y por la falta de tiempo y capital habíamos decidido no seguir avanzando más hacia el sur, realmente dolía saber que estábamos tan cerca de lugares tan bonitos como Wellington, El Salvador, Honduras o las paradisíacas playas de arenas negras como el carbón que tanto había visto en fotos a lo transcurso del viaje, pero así es la vida, lo único que me quedaba era esperar a un día poder volver a tener la oportunidad de regresar y seguir explorando estas tierras.

Autobus tipico de Guatemala

Otra cosa que vale la pena conocer de Antigua, son sus mercados de artesanías, existe uno que es casi del tamaño de un campo de fútbol pero techado, en este se pueden encontrar mascaras con formas de animales, demonios, ángeles  o viejitos, también podemos ver títeres, ropa con leyendas referentes a Guatemala, llaveros, vasos, cuadros, litografías, fotografías a gran escala, tapetes con tantos colores como el arcoíris, chocolate (como ya había mencionado), letreros con mensajes inspiradores y unos cuantos con chistes de humor subido de tono, entre muchas otras cosas, en verdad vale la pena entrar a estos lugares porque son museos del arte local, bastante coloridos y entretenidos.

El famoso arco de Antigua y un juguetero

El día pasó volando, por lo que decidimos buscar donde cenar y prepararnos para volver una vez más a los clubs de la ciudad. Volvimos a nuestro improvisado hogar (el auto), Carlos pidió pasar al baño en un hostal, para nuestra sorpresa ahí mismo estaban Charlotte y Caroline Müller, las chicas francesas que habíamos conocido en Flores y en Cobán, los cinco estábamos impresionados por la coincidencia y una vez más les preguntamos si querían viajar con nosotros, con lo que accedieron en esta ocasión pero solo hasta la Ciudad de Guatemala porque les habían robado sus pasaportes y tenían que recuperar un pasaporte provisional en la embajada de su país.

Mascaras


Habernos encontrado con las hermanas francesas hizo que decidiéramos no desvelarnos tanto, al día siguiente habíamos quedado con Charlotte y Caroline de que íbamos a salir a las seis de la mañana y aparte de eso habíamos escogido dormir en el auto los tres con la intención de ahorrar algún dinero, como le hicimos en Chetumal. Así fue como tratando de conciliar el sueño en el asiento del conductor de un aveo pensaba en lo maravilloso que puede sentirse uno por tener el valor de dejar de hacer lo que la gente espera de uno y empezar a vivir. El asiento del conductor era incómodo para dormir, con el volante estorbando casi a la altura de mí pecho, pero el sentimiento de felicidad de estar viviendo mi propia historia que ahora escribo me hacía sentir como si estuviera durmiendo en un colchón en él Hilton. Fue así como aprendí que las cosas sencillas son las que dan la felicidad en la vida. Hace un año tome la decisión de ser feliz a pesar de todo, y no me arrepiento.

Cerro de la Santa Cruz

lunes, 3 de abril de 2017

Antigua



Las calles de antigua con uno de sus volcanes al fondo


A diferencia de lo que me imaginaba, las noches en el centro de Guatemala eran frías, debido a las cordilleras de montañas que corren por el centro del país a semejanza de una columna vertebral. El poco o nulo tiempo que había dedicado a estudiar la geografía previo al viaje, nos castigó haciéndonos soportar el frio de Cobán en short y camiseta de manga corta. Aun así, esto importo poco al ver lo hermosa que era esta ciudad colonial en medio de las montañas, muy parecida a Real del Catorce o San Miguel de Allende en México.

Nos despertamos temprano con la intención de tomar rumbo hacia la Ciudad de Guatemala lo más temprano posible, y así evitar que la noche nos agarrara sin novedades durante el camino como en el día anterior. Para mi sorpresa, me encontré con Charlotte y Caroline Müller hospedadas en el mismo hostal donde nos habíamos quedado, estas eran las mismas chicas francesas que había conocido en la isla de Flores el día anterior y que no habían aceptado viajar con nosotros porque ya habían comprado su boleto con anterioridad. Después de una breve platica nos dimos cuenta que también iban a la Ciudad de Guatemala, una vez más les ofrecí que vinieran con nosotros, cosa que rechazaron porque nuevamente ya tenían su boleto de autobús comprado. En ese momento de la historia no sabía que estas chicas iban a influir en mi de una manera bastante profunda. Fue aquí donde las presente con Carlos y Melanie. Charlotte ya tenía tiempo viviendo en Latinoamérica, exactamente en Argentina, por lo que hablaba el español con una mezcla de acento francés y argentino que le daba mucho estilo. Ella fue la que nos explicó que parte de los hombres armados que habíamos visto en la carretera el día anterior, eran bastante amigables pero que se veían en la necesidad de llevar armas de alto calibre para evitar el robo de ganado, tan común en la zona.

Artesanias guatemaltecas



Una de las cosas que más nos llamó la atención en Cobán fueron las artesanías, bellos vestidos y sudaderas con figuras geométricas de colores brillantes o incluso flores bordadas a mano, forros de libretas de cuero con la leyenda “recuerdo de Cobán”, muñequitas de trapo, juguetes de madera, cuadros con figuras de quetzales, entre muchas otras cosas.

No tardo mucho tiempo en que nos rugiera la tripa, incentivo suficiente para obligarnos a buscar donde desayunar, pero eso sí, con la condición de que fuera barato. Preguntando fue como llegamos al mercado, lugar donde vi las zanahorias más grandes que he visto en mi vida, casi podría haber dicho que en vez de zanahorias eran pepinos pintados de naranja. Las mestizas vendían los productos de sus hortalizas en puestos improvisados a una orilla de la calle, así como se suele hacer en algunos tianguis de la Ciudad de México, la mayoría de ellas llevaba un rebozo con rayas de colores sobre un fondo negro, algunas lo usaban para cargar al niño y otros para cubrirse del sol. Estas mujeres con alegría nos invitaban a que lleváramos desde nabos, papas y esas zanahorias increíbles, hasta condimentos y especias.

Las zanahorias más grandes que he visto


Encontramos un puesto en el que vendían tamales como los oaxaqueños que comemos en México envueltos en hojas de plátano; con la diferencia en que estos eran considerablemente más grandes.
Con el estómago lleno y el alma en paz, nos aventuramos nuevamente a tomar las carreteras de este hermoso país. El camino a la capital fue largo, pero sin ningún percance, con la única novedad de los increíbles paisajes que iban pasando uno tras otro en las ventanas de nuestro auto.

Llegamos a nuestro destino como a eso de las seis de la tarde, todavía había luz, pero empezaba anochecer. Para describir la capital del país lo hare de la siguiente manera: Una Ciudad de México pero en chiquita, numerosas casas, mucha gente por todos lados, tráfico e incluso el mismo sentimiento de ciudad enorme e intimidante que produce la capital de nuestro propio país. Como no teníamos idea a donde dirigirnos, ni lo que debíamos de hacer, acudimos al siempre confiable McDonald’s más cercano para agarrar la señal de wi-fi gratuita. En cuanto al tema de los McDonald’s, me llamo la atención que estos restaurantes abundan mucho en todo el país, cosa que nos facilitó mucho la existencia a la hora de necesitar conectarnos a internet.

- ¿Han considerado irse a Antigua? Allí esta lo bueno. – Nos dijo un señor que saboreaba una hamburguesa con su esposa después de que le preguntáramos sobre a donde nos recomendaba ir.

-La verdad es que nos encantaría, he visto unas fotos muy bonitas del lugar, pero no queremos manejar de noche. – Respondí. 

-Está muy cerca, esta como a 20 minutos de la ciudad y aparte allí es donde están los clubs, lo bueno.
Tiempo y actividad nocturna fueron los dos únicos argumentos que necesito este hombre para convencernos de no quedarnos en la capital y seguir nuestro camino hacia una de las ciudades que está catalogada como una de las diez ciudades más bonitas de américa. (Y no lo digo yo)

Desayuno rico y nutritivo en el mercado de Cobán


Si la ciudad de Cobán es de estilo colonial, Antigua le dice quítate que ahí te voy. Sus calles empedradas hacían juego con los adoquines y las terrazas adornadas con mampostería para deleite de cualquiera que disfrute de un buen taco de ojo de arquitectura. Hasta ahora nunca he tenido la oportunidad de visitar España, pero he visto fotos de pueblos cercanos a Sevilla o a La Mancha, y se me hacen lugares parecidos a Antigua. El color amarillo, rojo y blanco eran los que más abundaban en la fachada de las casas, comercios y montones de hostales que logramos divisar con la luz que nos proporcionaban las farolas apostados a los lados de las calles. Y como en toda ciudad con orígenes españoles, no podían faltar las iglesias en casi cada esquina de la calle, la mayoría de ellas con la arquitectura sobria pero elegante que ofrece el estilo barroco o llamativa que podemos ver en el estilo churrigueresco; o incluso una mezcla de ambas.

-Lo siento, estamos llenos. – Fue la negativa que recibimos en casi todos los hostales que preguntamos por alojamiento. – Pero conozco alguien que quizá les rente un cuartito para que se queden. – Al final nos dijo uno.

Fue así como conocimos a la “Tía”.

- ¿Puedo decirle tía? Es que me recuerda a una tía que tengo. – Le pregunte con tono de broma para tratar de romper el hielo.

-Como quieras. – Respondió la tía con todo el desgane del mundo, una señora de unos cincuenta años con cara de pocos amigos después de mostrarnos la habitación y cobrarnos 100 quetzales por cabeza. Tengo que decir que la habitación no era un pent-house, pero en ese momento un techo, unas camas y un baño con regadera se me antojaba que era lo único que se necesitaba para ser feliz. Al final de cuentas, estábamos en una ciudad muy bonita al sur de Guatemala y no estábamos dispuestos a dejar que nada lo arruinara.

Melanie en Cobán


Después de cambiarnos de ropa y ponernos guapos, Melanie y yo salimos de la casa de la tía con la intención de explorar la vida nocturna del lugar. No tuvimos que preguntar mucho para dar con los primeros antros en los que se escuchaba la salsa a todo lo que daba. Nuestros pies y nuestras caderas se despertaban con el ritmo de la percusión, nuestros cuerpos pedían a gritos que bailáramos y no estábamos dispuestos a negarles la petición. Ya tengo tiempo de conocer a Melanie, la conocí en una excursión que hizo su universidad a Mérida para que esta aprendiera español, nos hicimos amigos, tiempo después me fui un tiempo a Utah y seguimos con nuestra amistad, la cual se aflojo un poco, pero regreso con más fuerza que nunca un otoño que ella regreso a visitar Mérida cuando yo ya había vuelto a la tierra de mis amores. Una cosa que caracteriza nuestra amistad es el amor que ambos tenemos por bailar, en especial salsa o cumbia. Era obvio que no íbamos a perdonar la oportunidad de sacarle brillo a la pista en Antigua.


Entramos al primer antro y tardamos unos cuantos minutos en decidir que era mejor que nos sentáramos solamente a ver. La forma de bailar de los locales rozaba lo profesional, su manera de bailar salsa era tan deliciosa como el ritmo del timbal que marcaba el paso de las muchachas que meneaban su cintura bajo la guía del varón que las hacia dar vueltas, intercambiando miradas y abrazos en una danza que esta por más decir que es provocadora. Cualquiera que hubiera visto lo que Melanie y yo vimos, hubiera dicho que las parejas de baile se leían la mente para saber exactamente donde colocar la mano después de cada vuelta o los momentos exactos para agacharse, también se hubieran dado cuenta que la forma en que lo hacían e intercambiaban de pareja estaba tan bien hecho que se hubiera dicho que era imposible que fuera una danza coreografiada. Era talento puro. Un arte digno de tomarse el tiempo de sentarse y contemplarlo con la boca abierta. Las parejas de los antros en Antigua se podían decir que eran el disfrute hechos persona. Si eso no era felicidad, que venga cualquiera a Antigua y me diga lo contrario. Y eso era exactamente lo que sentía por estar ahí con mis amigos en un lugar tan magnifico como intrigante por los secretos que seguramente guarda: felicidad.


lunes, 20 de febrero de 2017

7 tips para viajar a Belice




Con dedicación a mi amigo David Benoni Rivera, que me inspiró a escribir esta entrada.

Nada como tener una mochila al hombro


Si se te antoja salir del país, conocer una cultura completamente nueva, visitar un lugar con playas paradisiaca y buen ambiente, este post es para ti.
Es obvio que a nuestros vecinos del sur no se les da la misma difusión turística que se le da a lugares como Estados Unidos o Europa, por lo tanto, muchas veces no se nos vienen a la mente los países de Centro América a la hora de planear un viaje. Sin embargo, su belleza y forma de ser de la gente hace que visitar estos países valga toda la pena del mundo.
Si tienes espíritu de aventura y se te mete la espinita de conocer estos lugares, aquí te traigo siete consejos para visitar Belice. Consejos que quizá te sean de utilidad a la hora de hacer tus maletas y decidir viajar a esta maravillosa tierra.

11. Cambia dinero con anticipación y llevar dólares americanos


Dólar beliceño y dolar americano



Uno de los tantos errores que cometí en mi primer viaje al interior del país, fue que no fui lo suficientemente precavido como para cambiar dinero hasta que estaba en la aduana.
- ¿Quiere dólares beliceños o dólares americanos? – Me preguntó uno de los cambistas que se te acercan con un fajo de billetes enorme justo después de que te sellan el pasaporte. Lo malo de no ser precavido es que el precio de ambas divisas es caro en este punto, y termina siendo la única opción ya que regresar a Chetumal no es factible por la distancia.
Si no se cambia el suficiente dinero, también se puede cometer el error que viví de estar a medio viaje buscando quien te cambié pesos mexicanos a cualquiera de los dos tipos de dólares. Toda una odisea.
En resumen: Lo más inteligente es cambiar dólares americanos en cualquier banco antes de viajar, son incluso más baratos que las casas de cambio.

2 2. Viaja a las islas de Caye Caulker y San Pedro, y hazlo desde Belize City, no de Chetumal





Las islas de Caye Caulker y San Pedro son unas verdaderas bellezas. Unas joyas en medio del hermoso mar azul turquesa del caribe, por lo tanto, no puedes pasar la oportunidad de visitarlas. Hay dos formas de llegar por mar a ellas:
-Desde Chetumal (México)
-Desde Belize City
La verdad es que recomiendo mucho la segunda opción. Aunque pueda sonar más cómodo si venimos desde México viajar a San Pedro por el ferry que sale de Chetumal, los impuestos marítimos e internacionales, lo hacen casi el doble de caro que viajar por carretera a Belize City y tomar un ferry desde este puerto, incluso tomando en cuenta los costos del seguro si llevas tu carro* y los otros impuestos sigue siendo más barato. Además, los paisajes que uno puede ver en la carretera si lleva su auto o si decide tomar el autobús en la frontera (Literalmente es un autobús escolar viejito, pero te da la oportunidad de conocer, platicar con los locales y escuchar buenas dosis de reggae caribeño) valen toda la pena del mundo.
*Para cruzar el carro a Belice es importante que el auto esté a nombre de la persona que va a cruzarlo, de lo contrario no es posible hacerlo.

3 3. Reserva tu hospedaje con anticipación



Dirty Mcnasty's hostel


Tristemente y a pesar de que las islas de Belice son un destino de increíble belleza, casi no tienen flujo de turismo latinoamericano (Casi nadie habla español) Eso no impide, a pesar de la poca publicidad que se le da al lugar, que haya mucho turismo de otros lugares del mundo, especialmente europeo e israelita.
Así que ya sabes, dicen que hombre o mujer precavido vale por dos, por eso es buena idea reservar tu hostal u hotel con anticipación. Aquí algunas páginas que recomiendo para hacer reservaciones:
-Booking
-Kayak: La plataforma es bastante amigable y sencilla de usar.
-Airbnb, mi favorito personal. El cual no solo te permite hacer una reservación de hotel u hostal, también te permite hacer rentas cortas de casas o propiedades por si deseas que tu estadía ser un poco más prolongada.
O si eres más aventurero aun, te recomiendo usar:
-Couchsurfing: El couchsurfing consiste en ponerse de acuerdo con gente que vive en el lugar que vas a visitar para que te hagan un espacio para quedarte en su casa o en su sofá sin tener que pagar un peso. Muchas de las personas que te abren las puertas de su hogar, solo te piden a cambio que compartas un poco de tu cultura y o que les puedas ayudar a aprender tu idioma. Definitivamente es una experiencia que recomiendo, y más porque ahora no se tiene que pagar una cuota forzosa como se hacía antes.

   4. Pregunta por las actividades gratis de hostales



Algunos de los equipos que puedes usar, canoas, un barquito o por si se te antoja hacer una mezcla


Hasta gym tenemos


Una vez mi amiga Melanie Vincent me dijo con toda la sabiduría del mundo:
-Aprovecha todo lo que sea gratis. ¡TODO!
Y tiene razón, si uno viaja a Belice se dará cuenta que la mayoría de los hostales tienen muchas actividades que son completamente gratuitas, en algunos incluyen:  clases de baile, algunas excursiones, tours, clases de cocina, almuerzos, música en vivo, etc.
Aparte de todas las amenidades que mencione anteriormente: también muchas veces se ofrece equipo para realizar diferentes actividades: carritos de golf, kayaks, paddle boards, bicicletas, equipo de snorkeling, en fin, las posibilidades pueden ser muchas, pero muchas veces (Como me ha pasado) nos registramos en un lugar y no nos damos cuenta de todas las cosas que se nos ofrecen TOTALMENTE GRATIS.
Son pequeñas cosas que nos pueden hacer la experiencia aún más memorable.

5  5. Come roles de canela



No manches... esto es gloria


No me voy a cansar de decir esto, Belice tiene los mejores roles de canela de todo el mundo (Hundred percent)
Pero también vale la pena probar las demás delicias gastronómicas que tiene el país, como por ejemplo: los smoothie de plátano que venden en las pequeñas cafeterías de Caye Caulker, los moros y cristianos (Es el platillo tradicional por excelencia, el cual consiste en arroz con frijoles) el pollo al vapor con arroz, la hamburguesa de langosta (Suena más cara de lo que es, el precio es bastante accesible) y el cerdo a la leña, que consiste en carne de puerco (¿Neta?) atravesado por una varilla y girado a fuego lento, este se sirve con una porción de papa dulce y arroz.
También se tiene que probar la Coca cola, por raro que suene, en todos los países sabe diferente y Belice no es la excepción.
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   6. Respeta y aprende sobre las diferencias culturales 



bobo o blessed


Belice es un país con una diversidad cultural brutal. En este lugar convergen muchas religiones del mundo, se pueden encontrar cualquier denominación del cristianismo, el hinduismo, el budismo, el islam e incluso el rastafarismo.
Esta última abunda mucho. El rastafarismo es una religión proveniente de Etiopia en la que los feligreses creen que son descendiente del rey David, pero con piel negra. Una de las principales características de esta religión es la de siempre estar relajados y tener una vida muy sencilla. Bob Marley fue practicante de esta religión. Otra característica llamativa de ellos son el cabello trenzado que usan a forma distintiva (Rastas) Al igual que cualquier religión, merece y exige respeto, por tanto, es bueno saber que a estos hombres santos no les gusta ser llamados rastafaris (o Rastas) porque pueden llegar a considerarlo ofensivo, la mayoría de ellos prefieren el término de “bobo” o “blessed” (Bendecido)
Bien lo decía Benito Juárez: entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz.

7 7. Disfruta



Chill bro


Los medios han insistido en bombardearnos con noticias en las que solo se habla de miedo y hechos terribles. Mucho hemos escuchado de Centro América y de los peligros que pueden llegar a tener estos países.
Mi experiencia me dice que estos lugares son iguales a cualquier país del mundo que se visite, si uno se cuida y sigue las reglas de la prudencia y de la lógica; como no viajar en carretera de noche o alejarse de lugares que se te advierte son peligrosos, no tenemos nada que temer.
Los paisajes y experiencias que uno puede ver y adquirir en estos lugares no tienen precio.
Así que mi último consejo es sencillo: disfruta, conoce, diviértete y no tengas miedo de visitar Belice, un país que tiene mucho que ofrecer.


Bonus


El agua del caribe


Aquí una lista de lugares del país que también puedes visitar:

Para bucear (Diving) o Snorkelear
-The blue hole
-Ambergris Caye
-Cockscomb basin wildlife
-Belize barrier reef
-Hol Chan Marine reserve

Zonas arqueologicas
-Lamanai
-Xunantunich
-Caracol
-Santa rita - Corozal

Cuevas
-Actun Tunichil Muknal

Otros
-Belize zoo
-Belize museum
-Maritime Museum
-La casa del gobernador / Belize City
-Bacab Eco-park
-The split


martes, 14 de febrero de 2017

La churrasqueria de Erik


Esto es amor (La manera en la que Erik hacia su trabajo demostraba un amor real)



Carreteras mortales


En varias ocasiones he visto el programa de History Chanel, “Carreteras mortales” varias veces quedé impresionado al ver los caminos por los que los conductores tenían que manejar a lo largo de Latinoamérica o Alaska, la mayoría de esas carreteras con deficiencias como baches, acantilados pronunciados y climas tempestuosos. De vez en cuando podía ponerme en los zapatos de los conductores y sentir la adrenalina al ver cómo tenían que sortear todos los obstáculos mientras danzaban un baile con la muerte; todo esto desde la comodidad de mi sala, sabiendo que no tenía que pasar por ningún peligro real.

Después de llegar a Guatemala, tarde poco tiempo en darme cuenta en carne viva que una cosa es ver lo que estos cuates sufren desde el confort de tu casa y otra muy diferente es estar sentado en el sillón del piloto con el volante bien agarrado entre las dos manos y toda tu concentración en un mismo punto durante varias horas mientras la lluvia cae con fuerza y los limpiaparabrisas tratan de hacer su trabajo sin mucho éxito.

De mala manera descubrimos que para ir de Petén a la ciudad de Guatemala existen dos carreteras que atraviesan el país, una más complicada que otra y por ende una más amistosa que otra, para nuestra desgracia y por culpa de nuestra ignorancia, decidimos escoger la carretera que parecía estar más enojada con la vida. Se podría describir como un joven en pleno desarrollo, con sus cambios de humor bien marcados en diferentes tramos.

Salimos de Petén en la mañana. Después de tomar un desayuno ligero de fruta y un pan con crema de cacahuate, cargamos de agua nuestras botellas y subimos nuestras “chivas” al carro. Después de estudiar el mapa un rato y cuando al fin nos pusimos de acuerdo, decidimos que podíamos llegar a la capital ese mismo día si nos apuramos, total, no se veía tan lejos. (Qué bonita es la inocencia)

Antes de partir, había tratado de buscar un lugar donde lavar mi ropa, pero fue imposible, aunque no infructuoso. Gracias a esa caminata conocí a unas hermanas francesas, a Caroline y Charlotte Müller. Entre la plática supe que ellas también iban para la ciudad de Guatemala, les ofrecí un ride, pero se negaron diciendo que ya habían comprado los boletos del autobús. Me despedí, pero en ese momento no sabía cuánto iban a influir esas hermanas en mi vida más adelante.

El cielo era gris y se veía bien cargado, con toda la inocencia del mundo pensé que no supondría mucho problema.

“Puedo lidiar con un poco de agua, no es para tanto”. Pensé.

Ya en la carretera, con cada kilómetro que avanzamos, el paisaje comenzaba a cambiar, dejando la selva atrás para dar paso a grandes cerros con árboles de naturaleza perenne. Pinos, abetos y cedros altos como edificios desfilaban ante nuestra vista. Tardamos como una hora en empezar a ver grandes acantilados con algunas pequeñas cascadas de agua que se me antojaban de lo más impresionante y bello que había visto en ese día.


Algunos de los paisajes que tuvimos la oportunidad de observar


El reten


- ¿A dónde se dirigen? – Preguntó el oficial después de habernos hecho una señal con la mano para que paráramos en un retén bastante improvisado en medio de dos grandes cerros que parecían cortados a la mitad por el cuchillo de algún gigante, se escuchaba como el agua borboteaba en un riachuelo cercano a nosotros.

-Queremos llegar a la capital. – Le dije.

-Veo que no son guatemaltecos, ¿De dónde vienen? Baje del carro, solo usted. – No me gustaba para nada el tono en el que nos lo estaba diciendo. Flojito y cooperando me baje del carro (Según yo era lo mejor). La principal razón por la que el situación no me gustaba para nada, es que estábamos en medio de la nada con oficiales de un país extranjero con cara de pocos amigos, si algo pasaba, nadie nos iba a oír gritar..

-Él y yo somos mexicanos – dije apuntando a Carlos. – Ella es americana. – Apunte a Melanie.

- ¿Ella es diplomática? – Nunca entendí el porqué de esta pregunta, pero por si las dudas decidí seguirle la corriente.

-Sí, ella es diplomática. – Mentí

- ¿Y ustedes?

-Solo dos civiles que están conociendo el país.

-Muéstreme sus documentos.

Me acerqué de nuevo al carro y les pedí que me pasaran el contrato de importación del carro que había firmado en la frontera y los pasaportes.

-El de ella no. –“¿Por qué?” Por alguna razón, después de haberles mentido diciendo que ella era diplomática, se portaron un poco más amables. – Cuénteme quién es ella. – Definitivamente no me gustaba el tono y la especial atención que ponía en Melanie.

-Ella es hija de un coronel de las fuerzas armadas norteamericanas. – Invente. – Es amiga nuestra y venimos de paseo.

El jefe de ellos volteo a ver incomodo a sus hombres.
-Continúen. – Al final dijo para nuestro alivio.


Es común ver este tipo de autobuses a lo largo de todo Guatemala, cada uno más adornado que el otro, es como si fuera un concurso para ver quien tiene el autobús más modificado y con los colores más llamativos. Las diferencias culturales son lo que le dan sabor a los viajes.

El río


Después de dejar el pequeño retén, seguimos manejando durante horas hasta llegar a una fila de carros. No tardamos mucho en darnos cuenta la razón de que todos estuvieran haciendo fila. Se debía a que la carretera terminaba ahí cortada por un río bastante ancho y cada uno de los conductores esperaba paciente a que llegara su turno de subir su auto a una especie de barcaza diseñada para cruzar los coches. una persona nos iba acomodando y diciendo dónde poner nuestro auto en esa especie de estacionamiento flotante, era suficientemente grande como para albergar unos 10 u 12 carros si se acomodaban bien. Camiones de carga, camiones de pasajeros, camionetas, carros de 2 o 4 puertas e incluso maquinaria de construcción, daba igual, todos tenían la oportunidad de subir al transportador de autos siempre y cuando pagaran la cuota de 5 quetzales por autos pequeños y 15 o más quetzales para vehículos más grandes.


Como dato cultural: Coche en Guatemala no es un auto, asi se le llama al cerdo



La espera en la fila duró casi una hora, mientras veíamos cómo pasaban vendedores ambulantes con toda clase de botanas para que matáramos el tiempo, canastas de frutas en las que incluían papaya, mango, pepino, zanahoria o piña, otros traían trozos de pollo con arroz de porciones servidas en platos desechables cubiertos de papel aluminio, otros llevaban pupusas, burritos, tostadas, papas fritas, todo un desfile culinario para cualquiera que estuviera dispuesto a pagarlo y por módicos precios que no afectaban mucho la cartera.

- ¿Tienes chilito en polvo o algo que pique? – Preguntó Carlos mientras sostenía el vaso de fruta que acababa de comprar.

-No, pero tengo pepita molida o pimienta, la pepita pica un poco. 
– La verdad es que no picaba nada. Una de las cosas que siempre he extrañado más de México y que actualmente extraño con todo mi corazón es la facilidad con la que puedes comprar alimentos con picante.

La sierra guatemalteca


Después de un rato de mucha espera, por fin logramos llegar a la otra orilla y continuar con nuestro camino. La carretera se iba haciendo más peligrosa con cada kilómetro que avanzamos. Pronunciados acantilados eran rematados con profundos baches que en algunos lugares parecían mordidas de gigante y dejaban a la vista el desfiladero. Los camiones de carga y tráileres pasaban a toda velocidad a un lado de nosotros en una angosta carretera de doble sentido, si pudieran ver por un momento el panorama y el estado en el que se encontraba la carretera, coincidiran conmigo en el gran valor (O imprudencia) de estos trabajadores al volante que manejaban sin miedo alguno. Por largos tramos, era casi imposible avanzar a más de 40 o 50 kilómetros por hora debido a las fuertes lluvias que azotaban nuestro carro por ratos, varias fueron las ocasiones en las que nos sentimos tentados a buscar un pequeño lugar con mucho césped donde poner la casa de acampar que traíamos y quedarnos a dormir ahí antes de que llegara la noche, pero la falta de comida, agua y las personas con ametralladoras de alto calibre que pasaban junto a nosotros en los distintos pueblos que pasamos, nos disuadieron de hacerlo. Al día siguiente supimos que la razón por la que la mayoría de los habitantes de esas zonas montañosas van armados es para cuidarse del robo de ganado y que la mayoría de la gente es muy amigable, sin embargo, un arma larga siempre es un buen disuasivo para alejarse de un lugar.



Parte de la vestimenta típica que suelen usar la mujeres que habitan el sistema montañoso de Guatemala


A pesar del peligro que supone cruzar la sierra de Guatemala, los paisajes con los que uno se encuentra y los pintorescos pueblitos que vimos en nuestro camino, hacen que la travesía valga toda la pena del mundo. Cuando decidí que quería ponerme una mochila al hombro y viajar, la mayoría de la gente me dijo:

-Es muy tonto lo que estás haciendo, deberías de dedicarte a trabajar duro, comprar una casa, casarte, comprar un auto y prepararte para el futuro, primero trabajas toda tu vida y luego ya te dedicas a todo lo que quieras hacer. – Me aconsejaron muchas personas que en su vida habían viajado y que nunca habían realizado algo que les gustara mucho.

Viendo esos paisajes entre las montañas, en caminos que no son para turistas, me pregunte: ¿Realmente quiero llegar a viejo, cuando ya no tenga energía y empezar a viajar? ¿Quiero dedicar mi vida a trabajar y viajar una o quizá dos veces en la vida? La mayoría de la gente que trabaja para hacerse rico, no se da cuenta que está trabajando para no ser feliz. No se han dado cuenta de que la vida es muy corta y que uno debe de enfocarse en hacer lo que a uno le gusta ahora que tenemos la energía y juventud. En resumen, realmente puede ser tonto lo que estoy haciendo de dedicarme solamente a viajar y escribir, pero soy feliz ¿No se trata de eso la vida? 

La noche nos agarró en la carretera y con ella llegaron nuevos problemas, entre ellos que la lluvia comenzó a arreciar aún más. Esto no fue impedimento para que la gente saliera a caminar a oscuras a lo largo de la carretera, sin importarles las curvas o que verlos era casi imposible durante la lluvia, incluso, aunque sea difícil de creer, llegamos a ver niños que calculamos tenían 4 o 5 años caminando completamente a oscuras, en medio de esas montañas. Todos estos factores hicieron que la manejada fuera una de las más difíciles de toda mi vida y una de las que más me canso.

Después de llevar los nervios de punta durante varias horas, pasando una curva fue cuando vimos por primera vez las luces de Cobán.  Una ciudad más o menos pequeña de estilo colonial que me pareció el paraíso, faltó poco para que al llegar a un pequeño parquecito besara sus calles empedradas. 

No es nuevo que una buena dosis de adrenalina puede abrir el hambre, es por eso que la primera cosa que hicimos, incluso antes de buscar donde alojarnos, fue buscar donde comer, fue así que encontramos un montón de puestecitos improvisados que ponían un letrero en la parte de arriba que decía “Churrasquería”. El olor a carne asada, se nos antojaba más una fragancia deliciosa que olor a comida. La mayoría de los puestos estaban hasta reventar y la verdad es que no queríamos hacer mucha fila, es por eso que buscamos el que menos gente tenía y así fue como conocimos a Erik. Erik era toda simpatía, nos explicó que los churrascos, son varios tipos de carnes, ya pueden ser, pollo, cerdo (coche) o res, asadas y acompañadas de un guisado, frijoles o arroz, con unas tortillas gruesas de maíz hechas a mano y ya cada quien se prepara su taco.


Este es el talentoso Erik y sus super deliciosos churrascos


- ¿Tiene alguna salsita que pique compa? – Preguntó Carlos.

- Claro, es esta. – Erik sacó una cubeta blanca pequeña en la que había una salsa roja. – Pero échenle poquito porque está fuerte.

Poco faltó para que los tacos de Carlos y los míos se volvieran tacos de churrascos mojados, el deseo de poder tener un poco de picante en nuestra comida nos hacía mucha ilusión. Para nuestra mala suerte, la salsa no picaba casi nada, pero le daba muy buen sabor a la comida. Los que no podían dar mucho crédito a nuestra manera de comer salsa eran los locales que incluso nos preguntaban: ¿No les pica? Definitivamente no nos picaba, pero la comida era deliciosa y el trato de nuestro buen amigo Erik excelente. 


Solo se necesita analizar por un breve momento la concentración de Melanie para darnos cuenta lo delicioso que son los churrascos


Después de encontrar un hostal llamado “La luna” me acosté pensando en los increíbles paisajes que había visto ese día, en la adrenalina y sentimientos que tenía y en lo agradecido que estaba por la hospitalidad y la comida caliente en mi estómago que Guatemala me estaba ofreciendo, solo un pensamiento pudo venir a mi mente antes de quedar completamente dormido: La vida es maravillosa.



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