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jueves, 12 de enero de 2017

Mallenie



Blog: Aprendiendo a vivir
Por: Elier Gamboa

Mallenie


Un par de ojos color miel me miraban abiertos de par en par; expresivos. Mientras contaba una de mis ya tan acostumbradas historias. Muchas cosas habían pasado antes de que tuviéramos la oportunidad de estar sentados frente a frente en la isla de Flores poniéndonos al corriente de lo que había sido de nuestras vidas en los últimos meses.
- ¿Quién eres? – Me preguntó como por treceava vez Melanie Vincent, a la que más adelante bautice como Mallenie por culpa de un amigo asiático de ella que no supo escribir bien su nombre en un comentario de Facebook. Esa pregunta no era el simple “¿Quién eres?” que preguntarías a alguien que no conoces, era algo más profundo, algo filosófico con lo que daba a entender que no me creía del todo lo que le estaba contando.
Su pelo negro ondeaba con la brisa del inmenso lago que nos rodeaba en la pequeña pero colorida isla. Su piel blanca casi reflejaba la luz de las farolas que se erguían como centinelas alrededor del boulevard que rodeaba el pequeño poblado. La noche era tranquila y en algunos clubes cercanos a nosotros sonaba música salsa para agregarle un poco de sabor a la noche, algunas personas bailaban al son de “No le pegue a la negra” pero no muchas. Aun así, la noche era agradable, no había mosquitos y los lugareños saludaban al pasar con una sonrisa enorme de oreja a oreja.
-Elier Gamboa. – Le dije, como habitualmente solía responder cada vez que ella hacia esta pregunta. Siempre de esta manera, porque la verdad no sabía que era lo que tenía que responder o como tenía que impresionar a alguien que en comparación conmigo tenía una vida llena de aventuras.
Unos meses antes Melanie había dejado los Estados Unidos y había explorado las grandes extensiones territoriales de China, Indonesia e incluso había enseñado ingles a niños en un pueblito del estado mexicano de Hidalgo ahora estaba en Guatemala con nosotros. La vida de Melanie Vincent era un millón de veces más interesante que la mía y que la de la mayoría de personas, aun así se tomaba la molestia de escucharme, mirarme con asombro y preguntar: ¿Quién eres?
Carlos descansaba del maratón de manejo que nos habíamos aventado en los últimos días para poder llegar ahí, decidió quedarse en el hostal. Melanie y yo sentíamos el mismo cansancio, pero nuestra necesidad de aventura combinada con la curiosidad de estar en un lugar completamente nuevo, pudo más que nosotros. Teníamos que ver lo que Guatemala era capaz de ofrecer bajo el resguardo de la noche.

Elier, Carlos y Melanie


- ¿Puedes creer que estamos aquí? – Me preguntó Melanie mientras escuchábamos el agua que golpeaba las piedras de la costa suavemente.
-Es increíble, ¿No crees? – Fue todo lo que dije. Millones de cosas pasaban en mi mente durante ese instante, en especial mi meta de aprender a vivir, lo verdaderamente complicado que fue llegar hasta ahí y completar mi recuperación para tener permiso del doctor para salir de viaje.
Y hablando de pensamiento: en su libro “El ocaso de los dioses; o como filosofar a martillazos” Friedrich Nietzsche nos invita a reflexionar sobre el pensamiento. Él nos asegura que a pesar de que todos nacemos creyendo que pensamos, esto no es así. Al igual que uno aprende a tocar un instrumento o a jugar algún deporte, es necesario que aprendamos a pensar. Muchos mueren pensando que pensaron (Valga lo redundante del comentario) pero nada más lejos de la realidad. En base a esto, me hago las preguntas ¿También es necesario aprender a vivir? ¿O simplemente basta con respirar, comer, reproducirse y morir?
Parte de aprender a vivir es aceptarse a uno mismo como lo que es. Al principio, me costaba mucho trabajo aceptar frente a mis amistades que era diabético, a pesar de que creía que “el qué dirán” no me importaba me pesaba el pensar que pudieran preguntarse con sentimiento de empatía ¿Por qué no se cuidó? o que de alguna manera me juzgaran. Mucho tuvo que pasar antes de darme cuenta que los que te critican el problema es de ellos y no tuyo, y más importante aún, uno tiene que aprender a vivir queriéndose a uno mismo tal como es, en esto la clave de la felicidad.
Cancún, Chetumal, Corozal, Orange County, Belize City, Caye Caulker, Belmopán, Tikal, Peten, Flores, Cobán, Ciudad de Guatemala, Antigua, Puerto Barrios, estos fueron algunos de los lugares que tuve la oportunidad de ver por mí mismo en el que hasta ahora ha sido el mejor viaje de carretera que he tenido en mi vida. Viaje que nos llevó de México a Guatemala pasando por Belice. La idea original era llegar a Costa Rica en nuestro primer intento de conquistar Centro América, pero diferentes percances que tuvimos en la carretera y en el camino, nos impidieron cumplir el sueño, problemas que lo único que hicieron fue hacer el viaje aún más memorable, esto solo me hace recordar las palabras que un día me enseño mi padre:
Nuestra meta es la prioridad, pero debemos de volver el camino la mejor parte de nuestro viaje.

En mis siguientes post hablare sobre el camino a Antigua que fue nuestro último destino. Si esto es aprender a vivir, definitivamente quiero más.

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