Blog: Aprendiendo a vivir
Por: Elier Gamboa
| Mallenie |
Un par de ojos
color miel me miraban abiertos de par en par; expresivos. Mientras contaba una
de mis ya tan acostumbradas historias. Muchas cosas habían pasado antes de que
tuviéramos la oportunidad de estar sentados frente a frente en la isla de
Flores poniéndonos al corriente de lo que había sido de nuestras vidas en los
últimos meses.
- ¿Quién eres? –
Me preguntó como por treceava vez Melanie Vincent, a la que más adelante
bautice como Mallenie por culpa de un amigo asiático de ella que no supo
escribir bien su nombre en un comentario de Facebook. Esa pregunta no era el
simple “¿Quién eres?” que preguntarías a alguien que no conoces, era algo más
profundo, algo filosófico con lo que daba a entender que no me creía del todo
lo que le estaba contando.
Su pelo negro
ondeaba con la brisa del inmenso lago que nos rodeaba en la pequeña pero
colorida isla. Su piel blanca casi reflejaba la luz de las farolas que se
erguían como centinelas alrededor del boulevard que rodeaba el pequeño poblado.
La noche era tranquila y en algunos clubes cercanos a nosotros sonaba música
salsa para agregarle un poco de sabor a la noche, algunas personas bailaban al
son de “No le pegue a la negra” pero no muchas. Aun así, la noche era
agradable, no había mosquitos y los lugareños saludaban al pasar con una
sonrisa enorme de oreja a oreja.
-Elier Gamboa. –
Le dije, como habitualmente solía responder cada vez que ella hacia esta
pregunta. Siempre de esta manera, porque la verdad no sabía que era lo que
tenía que responder o como tenía que impresionar a alguien que en comparación
conmigo tenía una vida llena de aventuras.
Unos meses antes
Melanie había dejado los Estados Unidos y había explorado las grandes
extensiones territoriales de China, Indonesia e incluso había enseñado ingles a
niños en un pueblito del estado mexicano de Hidalgo ahora estaba en Guatemala
con nosotros. La vida de Melanie Vincent era un millón de veces más interesante
que la mía y que la de la mayoría de personas, aun así se tomaba la molestia de
escucharme, mirarme con asombro y preguntar: ¿Quién eres?
Carlos
descansaba del maratón de manejo que nos habíamos aventado en los últimos días
para poder llegar ahí, decidió quedarse en el hostal. Melanie y yo sentíamos el
mismo cansancio, pero nuestra necesidad de aventura combinada con la curiosidad
de estar en un lugar completamente nuevo, pudo más que nosotros. Teníamos que
ver lo que Guatemala era capaz de ofrecer bajo el resguardo de la noche.
| Elier, Carlos y Melanie |
- ¿Puedes creer
que estamos aquí? – Me preguntó Melanie mientras escuchábamos el agua que
golpeaba las piedras de la costa suavemente.
-Es increíble,
¿No crees? – Fue todo lo que dije. Millones de cosas pasaban en mi mente
durante ese instante, en especial mi meta de aprender a vivir, lo
verdaderamente complicado que fue llegar hasta ahí y completar mi recuperación
para tener permiso del doctor para salir de viaje.
Y hablando de
pensamiento: en su libro “El ocaso de los dioses; o como filosofar a
martillazos” Friedrich Nietzsche nos invita a reflexionar sobre el pensamiento.
Él nos asegura que a pesar de que todos nacemos creyendo que pensamos, esto no
es así. Al igual que uno aprende a tocar un instrumento o a jugar algún
deporte, es necesario que aprendamos a pensar. Muchos mueren pensando que
pensaron (Valga lo redundante del comentario) pero nada más lejos de la
realidad. En base a esto, me hago las preguntas ¿También es necesario aprender
a vivir? ¿O simplemente basta con respirar, comer, reproducirse y morir?
Parte de
aprender a vivir es aceptarse a uno mismo como lo que es. Al principio, me
costaba mucho trabajo aceptar frente a mis amistades que era diabético, a pesar
de que creía que “el qué dirán” no me importaba me pesaba el pensar que
pudieran preguntarse con sentimiento de empatía ¿Por qué no se cuidó? o que de
alguna manera me juzgaran. Mucho tuvo que pasar antes de darme cuenta que los
que te critican el problema es de ellos y no tuyo, y más importante aún, uno
tiene que aprender a vivir queriéndose a uno mismo tal como es, en esto la
clave de la felicidad.
Cancún,
Chetumal, Corozal, Orange County, Belize City, Caye Caulker, Belmopán, Tikal,
Peten, Flores, Cobán, Ciudad de Guatemala, Antigua, Puerto Barrios, estos
fueron algunos de los lugares que tuve la oportunidad de ver por mí mismo en el
que hasta ahora ha sido el mejor viaje de carretera que he tenido en mi vida.
Viaje que nos llevó de México a Guatemala pasando por Belice. La idea original
era llegar a Costa Rica en nuestro primer intento de conquistar Centro América,
pero diferentes percances que tuvimos en la carretera y en el camino, nos
impidieron cumplir el sueño, problemas que lo único que hicieron fue hacer el
viaje aún más memorable, esto solo me hace recordar las palabras que un día me
enseño mi padre:
Nuestra meta es
la prioridad, pero debemos de volver el camino la mejor parte de nuestro viaje.
En mis siguientes
post hablare sobre el camino a Antigua que fue nuestro último destino. Si esto
es aprender a vivir, definitivamente quiero más.

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