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lunes, 20 de febrero de 2017

7 tips para viajar a Belice




Con dedicación a mi amigo David Benoni Rivera, que me inspiró a escribir esta entrada.

Nada como tener una mochila al hombro


Si se te antoja salir del país, conocer una cultura completamente nueva, visitar un lugar con playas paradisiaca y buen ambiente, este post es para ti.
Es obvio que a nuestros vecinos del sur no se les da la misma difusión turística que se le da a lugares como Estados Unidos o Europa, por lo tanto, muchas veces no se nos vienen a la mente los países de Centro América a la hora de planear un viaje. Sin embargo, su belleza y forma de ser de la gente hace que visitar estos países valga toda la pena del mundo.
Si tienes espíritu de aventura y se te mete la espinita de conocer estos lugares, aquí te traigo siete consejos para visitar Belice. Consejos que quizá te sean de utilidad a la hora de hacer tus maletas y decidir viajar a esta maravillosa tierra.

11. Cambia dinero con anticipación y llevar dólares americanos


Dólar beliceño y dolar americano



Uno de los tantos errores que cometí en mi primer viaje al interior del país, fue que no fui lo suficientemente precavido como para cambiar dinero hasta que estaba en la aduana.
- ¿Quiere dólares beliceños o dólares americanos? – Me preguntó uno de los cambistas que se te acercan con un fajo de billetes enorme justo después de que te sellan el pasaporte. Lo malo de no ser precavido es que el precio de ambas divisas es caro en este punto, y termina siendo la única opción ya que regresar a Chetumal no es factible por la distancia.
Si no se cambia el suficiente dinero, también se puede cometer el error que viví de estar a medio viaje buscando quien te cambié pesos mexicanos a cualquiera de los dos tipos de dólares. Toda una odisea.
En resumen: Lo más inteligente es cambiar dólares americanos en cualquier banco antes de viajar, son incluso más baratos que las casas de cambio.

2 2. Viaja a las islas de Caye Caulker y San Pedro, y hazlo desde Belize City, no de Chetumal





Las islas de Caye Caulker y San Pedro son unas verdaderas bellezas. Unas joyas en medio del hermoso mar azul turquesa del caribe, por lo tanto, no puedes pasar la oportunidad de visitarlas. Hay dos formas de llegar por mar a ellas:
-Desde Chetumal (México)
-Desde Belize City
La verdad es que recomiendo mucho la segunda opción. Aunque pueda sonar más cómodo si venimos desde México viajar a San Pedro por el ferry que sale de Chetumal, los impuestos marítimos e internacionales, lo hacen casi el doble de caro que viajar por carretera a Belize City y tomar un ferry desde este puerto, incluso tomando en cuenta los costos del seguro si llevas tu carro* y los otros impuestos sigue siendo más barato. Además, los paisajes que uno puede ver en la carretera si lleva su auto o si decide tomar el autobús en la frontera (Literalmente es un autobús escolar viejito, pero te da la oportunidad de conocer, platicar con los locales y escuchar buenas dosis de reggae caribeño) valen toda la pena del mundo.
*Para cruzar el carro a Belice es importante que el auto esté a nombre de la persona que va a cruzarlo, de lo contrario no es posible hacerlo.

3 3. Reserva tu hospedaje con anticipación



Dirty Mcnasty's hostel


Tristemente y a pesar de que las islas de Belice son un destino de increíble belleza, casi no tienen flujo de turismo latinoamericano (Casi nadie habla español) Eso no impide, a pesar de la poca publicidad que se le da al lugar, que haya mucho turismo de otros lugares del mundo, especialmente europeo e israelita.
Así que ya sabes, dicen que hombre o mujer precavido vale por dos, por eso es buena idea reservar tu hostal u hotel con anticipación. Aquí algunas páginas que recomiendo para hacer reservaciones:
-Booking
-Kayak: La plataforma es bastante amigable y sencilla de usar.
-Airbnb, mi favorito personal. El cual no solo te permite hacer una reservación de hotel u hostal, también te permite hacer rentas cortas de casas o propiedades por si deseas que tu estadía ser un poco más prolongada.
O si eres más aventurero aun, te recomiendo usar:
-Couchsurfing: El couchsurfing consiste en ponerse de acuerdo con gente que vive en el lugar que vas a visitar para que te hagan un espacio para quedarte en su casa o en su sofá sin tener que pagar un peso. Muchas de las personas que te abren las puertas de su hogar, solo te piden a cambio que compartas un poco de tu cultura y o que les puedas ayudar a aprender tu idioma. Definitivamente es una experiencia que recomiendo, y más porque ahora no se tiene que pagar una cuota forzosa como se hacía antes.

   4. Pregunta por las actividades gratis de hostales



Algunos de los equipos que puedes usar, canoas, un barquito o por si se te antoja hacer una mezcla


Hasta gym tenemos


Una vez mi amiga Melanie Vincent me dijo con toda la sabiduría del mundo:
-Aprovecha todo lo que sea gratis. ¡TODO!
Y tiene razón, si uno viaja a Belice se dará cuenta que la mayoría de los hostales tienen muchas actividades que son completamente gratuitas, en algunos incluyen:  clases de baile, algunas excursiones, tours, clases de cocina, almuerzos, música en vivo, etc.
Aparte de todas las amenidades que mencione anteriormente: también muchas veces se ofrece equipo para realizar diferentes actividades: carritos de golf, kayaks, paddle boards, bicicletas, equipo de snorkeling, en fin, las posibilidades pueden ser muchas, pero muchas veces (Como me ha pasado) nos registramos en un lugar y no nos damos cuenta de todas las cosas que se nos ofrecen TOTALMENTE GRATIS.
Son pequeñas cosas que nos pueden hacer la experiencia aún más memorable.

5  5. Come roles de canela



No manches... esto es gloria


No me voy a cansar de decir esto, Belice tiene los mejores roles de canela de todo el mundo (Hundred percent)
Pero también vale la pena probar las demás delicias gastronómicas que tiene el país, como por ejemplo: los smoothie de plátano que venden en las pequeñas cafeterías de Caye Caulker, los moros y cristianos (Es el platillo tradicional por excelencia, el cual consiste en arroz con frijoles) el pollo al vapor con arroz, la hamburguesa de langosta (Suena más cara de lo que es, el precio es bastante accesible) y el cerdo a la leña, que consiste en carne de puerco (¿Neta?) atravesado por una varilla y girado a fuego lento, este se sirve con una porción de papa dulce y arroz.
También se tiene que probar la Coca cola, por raro que suene, en todos los países sabe diferente y Belice no es la excepción.
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   6. Respeta y aprende sobre las diferencias culturales 



bobo o blessed


Belice es un país con una diversidad cultural brutal. En este lugar convergen muchas religiones del mundo, se pueden encontrar cualquier denominación del cristianismo, el hinduismo, el budismo, el islam e incluso el rastafarismo.
Esta última abunda mucho. El rastafarismo es una religión proveniente de Etiopia en la que los feligreses creen que son descendiente del rey David, pero con piel negra. Una de las principales características de esta religión es la de siempre estar relajados y tener una vida muy sencilla. Bob Marley fue practicante de esta religión. Otra característica llamativa de ellos son el cabello trenzado que usan a forma distintiva (Rastas) Al igual que cualquier religión, merece y exige respeto, por tanto, es bueno saber que a estos hombres santos no les gusta ser llamados rastafaris (o Rastas) porque pueden llegar a considerarlo ofensivo, la mayoría de ellos prefieren el término de “bobo” o “blessed” (Bendecido)
Bien lo decía Benito Juárez: entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz.

7 7. Disfruta



Chill bro


Los medios han insistido en bombardearnos con noticias en las que solo se habla de miedo y hechos terribles. Mucho hemos escuchado de Centro América y de los peligros que pueden llegar a tener estos países.
Mi experiencia me dice que estos lugares son iguales a cualquier país del mundo que se visite, si uno se cuida y sigue las reglas de la prudencia y de la lógica; como no viajar en carretera de noche o alejarse de lugares que se te advierte son peligrosos, no tenemos nada que temer.
Los paisajes y experiencias que uno puede ver y adquirir en estos lugares no tienen precio.
Así que mi último consejo es sencillo: disfruta, conoce, diviértete y no tengas miedo de visitar Belice, un país que tiene mucho que ofrecer.


Bonus


El agua del caribe


Aquí una lista de lugares del país que también puedes visitar:

Para bucear (Diving) o Snorkelear
-The blue hole
-Ambergris Caye
-Cockscomb basin wildlife
-Belize barrier reef
-Hol Chan Marine reserve

Zonas arqueologicas
-Lamanai
-Xunantunich
-Caracol
-Santa rita - Corozal

Cuevas
-Actun Tunichil Muknal

Otros
-Belize zoo
-Belize museum
-Maritime Museum
-La casa del gobernador / Belize City
-Bacab Eco-park
-The split


martes, 14 de febrero de 2017

La churrasqueria de Erik


Esto es amor (La manera en la que Erik hacia su trabajo demostraba un amor real)



Carreteras mortales


En varias ocasiones he visto el programa de History Chanel, “Carreteras mortales” varias veces quedé impresionado al ver los caminos por los que los conductores tenían que manejar a lo largo de Latinoamérica o Alaska, la mayoría de esas carreteras con deficiencias como baches, acantilados pronunciados y climas tempestuosos. De vez en cuando podía ponerme en los zapatos de los conductores y sentir la adrenalina al ver cómo tenían que sortear todos los obstáculos mientras danzaban un baile con la muerte; todo esto desde la comodidad de mi sala, sabiendo que no tenía que pasar por ningún peligro real.

Después de llegar a Guatemala, tarde poco tiempo en darme cuenta en carne viva que una cosa es ver lo que estos cuates sufren desde el confort de tu casa y otra muy diferente es estar sentado en el sillón del piloto con el volante bien agarrado entre las dos manos y toda tu concentración en un mismo punto durante varias horas mientras la lluvia cae con fuerza y los limpiaparabrisas tratan de hacer su trabajo sin mucho éxito.

De mala manera descubrimos que para ir de Petén a la ciudad de Guatemala existen dos carreteras que atraviesan el país, una más complicada que otra y por ende una más amistosa que otra, para nuestra desgracia y por culpa de nuestra ignorancia, decidimos escoger la carretera que parecía estar más enojada con la vida. Se podría describir como un joven en pleno desarrollo, con sus cambios de humor bien marcados en diferentes tramos.

Salimos de Petén en la mañana. Después de tomar un desayuno ligero de fruta y un pan con crema de cacahuate, cargamos de agua nuestras botellas y subimos nuestras “chivas” al carro. Después de estudiar el mapa un rato y cuando al fin nos pusimos de acuerdo, decidimos que podíamos llegar a la capital ese mismo día si nos apuramos, total, no se veía tan lejos. (Qué bonita es la inocencia)

Antes de partir, había tratado de buscar un lugar donde lavar mi ropa, pero fue imposible, aunque no infructuoso. Gracias a esa caminata conocí a unas hermanas francesas, a Caroline y Charlotte Müller. Entre la plática supe que ellas también iban para la ciudad de Guatemala, les ofrecí un ride, pero se negaron diciendo que ya habían comprado los boletos del autobús. Me despedí, pero en ese momento no sabía cuánto iban a influir esas hermanas en mi vida más adelante.

El cielo era gris y se veía bien cargado, con toda la inocencia del mundo pensé que no supondría mucho problema.

“Puedo lidiar con un poco de agua, no es para tanto”. Pensé.

Ya en la carretera, con cada kilómetro que avanzamos, el paisaje comenzaba a cambiar, dejando la selva atrás para dar paso a grandes cerros con árboles de naturaleza perenne. Pinos, abetos y cedros altos como edificios desfilaban ante nuestra vista. Tardamos como una hora en empezar a ver grandes acantilados con algunas pequeñas cascadas de agua que se me antojaban de lo más impresionante y bello que había visto en ese día.


Algunos de los paisajes que tuvimos la oportunidad de observar


El reten


- ¿A dónde se dirigen? – Preguntó el oficial después de habernos hecho una señal con la mano para que paráramos en un retén bastante improvisado en medio de dos grandes cerros que parecían cortados a la mitad por el cuchillo de algún gigante, se escuchaba como el agua borboteaba en un riachuelo cercano a nosotros.

-Queremos llegar a la capital. – Le dije.

-Veo que no son guatemaltecos, ¿De dónde vienen? Baje del carro, solo usted. – No me gustaba para nada el tono en el que nos lo estaba diciendo. Flojito y cooperando me baje del carro (Según yo era lo mejor). La principal razón por la que el situación no me gustaba para nada, es que estábamos en medio de la nada con oficiales de un país extranjero con cara de pocos amigos, si algo pasaba, nadie nos iba a oír gritar..

-Él y yo somos mexicanos – dije apuntando a Carlos. – Ella es americana. – Apunte a Melanie.

- ¿Ella es diplomática? – Nunca entendí el porqué de esta pregunta, pero por si las dudas decidí seguirle la corriente.

-Sí, ella es diplomática. – Mentí

- ¿Y ustedes?

-Solo dos civiles que están conociendo el país.

-Muéstreme sus documentos.

Me acerqué de nuevo al carro y les pedí que me pasaran el contrato de importación del carro que había firmado en la frontera y los pasaportes.

-El de ella no. –“¿Por qué?” Por alguna razón, después de haberles mentido diciendo que ella era diplomática, se portaron un poco más amables. – Cuénteme quién es ella. – Definitivamente no me gustaba el tono y la especial atención que ponía en Melanie.

-Ella es hija de un coronel de las fuerzas armadas norteamericanas. – Invente. – Es amiga nuestra y venimos de paseo.

El jefe de ellos volteo a ver incomodo a sus hombres.
-Continúen. – Al final dijo para nuestro alivio.


Es común ver este tipo de autobuses a lo largo de todo Guatemala, cada uno más adornado que el otro, es como si fuera un concurso para ver quien tiene el autobús más modificado y con los colores más llamativos. Las diferencias culturales son lo que le dan sabor a los viajes.

El río


Después de dejar el pequeño retén, seguimos manejando durante horas hasta llegar a una fila de carros. No tardamos mucho en darnos cuenta la razón de que todos estuvieran haciendo fila. Se debía a que la carretera terminaba ahí cortada por un río bastante ancho y cada uno de los conductores esperaba paciente a que llegara su turno de subir su auto a una especie de barcaza diseñada para cruzar los coches. una persona nos iba acomodando y diciendo dónde poner nuestro auto en esa especie de estacionamiento flotante, era suficientemente grande como para albergar unos 10 u 12 carros si se acomodaban bien. Camiones de carga, camiones de pasajeros, camionetas, carros de 2 o 4 puertas e incluso maquinaria de construcción, daba igual, todos tenían la oportunidad de subir al transportador de autos siempre y cuando pagaran la cuota de 5 quetzales por autos pequeños y 15 o más quetzales para vehículos más grandes.


Como dato cultural: Coche en Guatemala no es un auto, asi se le llama al cerdo



La espera en la fila duró casi una hora, mientras veíamos cómo pasaban vendedores ambulantes con toda clase de botanas para que matáramos el tiempo, canastas de frutas en las que incluían papaya, mango, pepino, zanahoria o piña, otros traían trozos de pollo con arroz de porciones servidas en platos desechables cubiertos de papel aluminio, otros llevaban pupusas, burritos, tostadas, papas fritas, todo un desfile culinario para cualquiera que estuviera dispuesto a pagarlo y por módicos precios que no afectaban mucho la cartera.

- ¿Tienes chilito en polvo o algo que pique? – Preguntó Carlos mientras sostenía el vaso de fruta que acababa de comprar.

-No, pero tengo pepita molida o pimienta, la pepita pica un poco. 
– La verdad es que no picaba nada. Una de las cosas que siempre he extrañado más de México y que actualmente extraño con todo mi corazón es la facilidad con la que puedes comprar alimentos con picante.

La sierra guatemalteca


Después de un rato de mucha espera, por fin logramos llegar a la otra orilla y continuar con nuestro camino. La carretera se iba haciendo más peligrosa con cada kilómetro que avanzamos. Pronunciados acantilados eran rematados con profundos baches que en algunos lugares parecían mordidas de gigante y dejaban a la vista el desfiladero. Los camiones de carga y tráileres pasaban a toda velocidad a un lado de nosotros en una angosta carretera de doble sentido, si pudieran ver por un momento el panorama y el estado en el que se encontraba la carretera, coincidiran conmigo en el gran valor (O imprudencia) de estos trabajadores al volante que manejaban sin miedo alguno. Por largos tramos, era casi imposible avanzar a más de 40 o 50 kilómetros por hora debido a las fuertes lluvias que azotaban nuestro carro por ratos, varias fueron las ocasiones en las que nos sentimos tentados a buscar un pequeño lugar con mucho césped donde poner la casa de acampar que traíamos y quedarnos a dormir ahí antes de que llegara la noche, pero la falta de comida, agua y las personas con ametralladoras de alto calibre que pasaban junto a nosotros en los distintos pueblos que pasamos, nos disuadieron de hacerlo. Al día siguiente supimos que la razón por la que la mayoría de los habitantes de esas zonas montañosas van armados es para cuidarse del robo de ganado y que la mayoría de la gente es muy amigable, sin embargo, un arma larga siempre es un buen disuasivo para alejarse de un lugar.



Parte de la vestimenta típica que suelen usar la mujeres que habitan el sistema montañoso de Guatemala


A pesar del peligro que supone cruzar la sierra de Guatemala, los paisajes con los que uno se encuentra y los pintorescos pueblitos que vimos en nuestro camino, hacen que la travesía valga toda la pena del mundo. Cuando decidí que quería ponerme una mochila al hombro y viajar, la mayoría de la gente me dijo:

-Es muy tonto lo que estás haciendo, deberías de dedicarte a trabajar duro, comprar una casa, casarte, comprar un auto y prepararte para el futuro, primero trabajas toda tu vida y luego ya te dedicas a todo lo que quieras hacer. – Me aconsejaron muchas personas que en su vida habían viajado y que nunca habían realizado algo que les gustara mucho.

Viendo esos paisajes entre las montañas, en caminos que no son para turistas, me pregunte: ¿Realmente quiero llegar a viejo, cuando ya no tenga energía y empezar a viajar? ¿Quiero dedicar mi vida a trabajar y viajar una o quizá dos veces en la vida? La mayoría de la gente que trabaja para hacerse rico, no se da cuenta que está trabajando para no ser feliz. No se han dado cuenta de que la vida es muy corta y que uno debe de enfocarse en hacer lo que a uno le gusta ahora que tenemos la energía y juventud. En resumen, realmente puede ser tonto lo que estoy haciendo de dedicarme solamente a viajar y escribir, pero soy feliz ¿No se trata de eso la vida? 

La noche nos agarró en la carretera y con ella llegaron nuevos problemas, entre ellos que la lluvia comenzó a arreciar aún más. Esto no fue impedimento para que la gente saliera a caminar a oscuras a lo largo de la carretera, sin importarles las curvas o que verlos era casi imposible durante la lluvia, incluso, aunque sea difícil de creer, llegamos a ver niños que calculamos tenían 4 o 5 años caminando completamente a oscuras, en medio de esas montañas. Todos estos factores hicieron que la manejada fuera una de las más difíciles de toda mi vida y una de las que más me canso.

Después de llevar los nervios de punta durante varias horas, pasando una curva fue cuando vimos por primera vez las luces de Cobán.  Una ciudad más o menos pequeña de estilo colonial que me pareció el paraíso, faltó poco para que al llegar a un pequeño parquecito besara sus calles empedradas. 

No es nuevo que una buena dosis de adrenalina puede abrir el hambre, es por eso que la primera cosa que hicimos, incluso antes de buscar donde alojarnos, fue buscar donde comer, fue así que encontramos un montón de puestecitos improvisados que ponían un letrero en la parte de arriba que decía “Churrasquería”. El olor a carne asada, se nos antojaba más una fragancia deliciosa que olor a comida. La mayoría de los puestos estaban hasta reventar y la verdad es que no queríamos hacer mucha fila, es por eso que buscamos el que menos gente tenía y así fue como conocimos a Erik. Erik era toda simpatía, nos explicó que los churrascos, son varios tipos de carnes, ya pueden ser, pollo, cerdo (coche) o res, asadas y acompañadas de un guisado, frijoles o arroz, con unas tortillas gruesas de maíz hechas a mano y ya cada quien se prepara su taco.


Este es el talentoso Erik y sus super deliciosos churrascos


- ¿Tiene alguna salsita que pique compa? – Preguntó Carlos.

- Claro, es esta. – Erik sacó una cubeta blanca pequeña en la que había una salsa roja. – Pero échenle poquito porque está fuerte.

Poco faltó para que los tacos de Carlos y los míos se volvieran tacos de churrascos mojados, el deseo de poder tener un poco de picante en nuestra comida nos hacía mucha ilusión. Para nuestra mala suerte, la salsa no picaba casi nada, pero le daba muy buen sabor a la comida. Los que no podían dar mucho crédito a nuestra manera de comer salsa eran los locales que incluso nos preguntaban: ¿No les pica? Definitivamente no nos picaba, pero la comida era deliciosa y el trato de nuestro buen amigo Erik excelente. 


Solo se necesita analizar por un breve momento la concentración de Melanie para darnos cuenta lo delicioso que son los churrascos


Después de encontrar un hostal llamado “La luna” me acosté pensando en los increíbles paisajes que había visto ese día, en la adrenalina y sentimientos que tenía y en lo agradecido que estaba por la hospitalidad y la comida caliente en mi estómago que Guatemala me estaba ofreciendo, solo un pensamiento pudo venir a mi mente antes de quedar completamente dormido: La vida es maravillosa.



martes, 7 de febrero de 2017

No haya pena




Chillin with da hommies


Sin una agenda previa y nada de planeación, fue como tomamos la decisión unánime de ir a visitar las ruinas de Tikal a la mañana siguiente de habernos quedado en la isla de Flores. Había visto muchas fotos del lugar, no eran las primeras ruinas mayas que visitaba en mi vida, pero las imágenes que veía en google y el hecho de estar en Guatemala lo hacían algo especial.

Tikal está a solo a 30 minutos en carro de Petén. Al llegar, nos encontramos con un puesto de control en la entrada que nos asaltó pedía pagar una cuota de 20 dólares por persona, tarifa que pagamos a regañadientes. Después de una larga plática con uno de los guías que nos trataba de vender sus servicios (Con la experiencia de la “basculeada” no estábamos dispuestos a pagar un centavo más) logramos seguir nuestra ruta, el camino desde el puesto de control hasta el estacionamiento de las ruinas estaba a aproximadamente 10 kilómetros, no es una distancia larga si se va en auto pero por regla (Y para proteger a las especies locales de ser atropelladas) se nos pidió que hiciéramos el recorrido en 30 minutos, por lo que se nos dio un ticket con la hora en la que salimos del puesto de control para que se nos sellara con la hora de llegada cuando llegáramos a la entrada de las ruinas (Si recorres la distancia en menos tiempo te multan). Manejar a esa velocidad una distancia de 10 kilómetros es una cosa extenuante. Tengo que admitir que por ratos aceleraba un poco y por otros nos parábamos a simplemente ver la selva para hacer tiempo. Selva que se extendía como un mar verde, con árboles tan altos como edificios de 4 o 5 pisos, en algunos de ellos, se enredaban plantas parasitarias que bien podrían ser cactáceas con sus hojas puntiagudas y espinas afiladas, algunas incluso tenían flores rojas como la grana o blancas como el algodón. De otros árboles colgaban lianas como las que estamos acostumbrados a ver en las películas de Tarzan, pero eran tan duras que dudaba que alguien se pudiera balancear en ellas. En la base de los árboles había arbustos de muchas especies diferentes, algunas coníferas, unas de colores verde fuerte, otros de verde claro, e incluso unos más de un color amarillento que parecían a punto de morir, de estas lo mejor es alejarse porque casi siempre vienen acompañadas de un arsenal de espinas listas para atacar a cualquiera que ose acercarse.
A pesar de que teníamos las ventanas del auto cerradas y el clima a todo lo que daba, era fácil ver que en el exterior estaba haciendo un calor asfixiante y una humedad que casi era posible beber agua directamente del aire con el simple hecho de abrir la boca. Pero así es la aventura, no todo tiene que ser agradable, esto me ha enseñado que los mejores recuerdos que uno puede tener de un viaje son cuando más problemas se tiene y cuando se recuerda con cariño o en algunos casos con admiración la manera en la que estos se resolvieron. 
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Algunos de los lagos que pasamos durante nuestro camino, aquí la gente sigue lavando a mano en ellos.



Cuando por fin pusimos un pie en la entrada de la zona arqueológica, nos dirigimos a un tablón enorme en la que había un mapa de la zona. Al parecer, todavía teníamos que caminar uno 3 kilómetros más para llegar a la pirámide principal y al edificio que queríamos ver y por el cual habíamos viajado desde Petén hasta ahí.
A pesar de que el camino está bien señalado y existen muchos letreros para señalar la dirección en la que debes de caminar, es fácil perderse. Hay muchas historias que ya han sufrido varios turistas extranjeros que han sido encontrados (Si los encuentran) después de varios días en un estado bastante avanzado de fatiga y deshidratación, historias que conocen bien los locales y te cuentan a manera de disuadirte a no salir del camino señalado. En cierta ocasión, mi padre me dijo que existe una posibilidad aún mayor de sobrevivir en un desierto que en la selva, cosa que me parecía absurda al ver el exceso de recursos y agua que esta tiene. Después de pasar un tiempo en varias selvas, puedo decir que tiene toda la razón. 


La piramide principal de Tikal



Existen muchas razones por las cuales uno debe de amar, respetar y temer a la selva. La primera es la falta de agua y la rapidez con la que uno pierde líquidos debido al calor y a lo sofocante del entorno, a pesar de que existe mucha vegetación y esta necesita agua, conseguirla casi siempre es algo complicado y cuando se consigue se tiene el riesgo de contraer una enfermedad en la que se acabe sufriendo de manera terrible entre vómitos y diarrea. Después de esto están la infinita colección de insectos que suelen tener su hogar en este ecosistema, desde mosquitos que son capaces de contagiar el chikungunya, dengue, zica u otra enfermedad, hasta moscas a las que llamas “colmoyotes” que después de picarte y anestesiarte, te inseminan una de sus larvas para que esta se alimente de tu carne hasta que este lo suficientemente grande para salir o volando, o con un bisturí. 

-¿Como quieres que te saque la foto?
-Así como que tengo una exploción atrás y no me doy cuenta
-Va

-¿Y tu?
-Así como que estoy pensando y como que tambien no me doy cuenta que me estas sacando la foto.
-No se diga más



Existen otras moscas aún más grandes a las que la gente de la selva llama “tábanos” los cuales en vez de solo picarte como haría un mosquito común y corriente, te muerden y arrancan un pedacito de piel, acción que es tan dolorosa como suena y que he tenido la mala suerte de comprobar. También tenemos al “Chaquiste” una mosquita tan diminuta que se enreda en el pelo de cualquiera, estas, al igual que los mosquitos también se alimentan de sangre, pero con la ligera diferencia de que siempre andan en un mosquerío endiablado de millones de este pequeño animalito que te pueden dejar con más bultitos que cualquier calle empedrada de una ciudad colonial. Pero no solo los insectos son capaces de matarte en este ecosistema, existen frutas como “El fruto de serpiente” que es capaz de acabar contigo por los altos índices de veneno que este tiene, el problema es que después de andar un tiempo en la selva sin comer y con mucha sed, este te seduce para que le des una mordida que quizá sea la última. Existen arbustos como el “Subim” que tienen espinas que parecen cuernos de vaca, pero que son filosos como navajas, espinas que por lo general son huecas y sirven de hogar a millones de hormigas rojas que están dispuestas a atacarte a la primera oportunidad, otro arbusto peligroso es la “uña de gato” que puede dejarte ciego por un rato al acercarte a ver su hermosa flor blanca que esta produce. Pero lo más temible en mi opinión, de estas selvas, no son los insectos, ni los jaguares o ni siquiera la falta de agua, el horror más peligroso de la selva de estos rumbos es el árbol del “chechén” árbol que según cuenta la leyenda, su sombra es incluso capaz de matar, un árbol tan venenoso que el simple contacto con sus ramas, es capaz de hincharte la piel y hacerte sufrir un dolor indescriptible para después morir entre calenturas si no se atiende a tiempo, hay quienes, en su intento de sobrevivir en la selva, toman una de sus ramas para prender fuego, al momento de inhalar su humo caen ahogados, con la garganta hinchada y las vías respiratorias congestionadas, por lo menos esto es lo que dicen las personas que conocen la selva. Pero no todo este panorama es negativo, aparte de ser dueña de algunos de los paisajes más hermosos y cautivantes de este planeta, la selva es el hogar de algunas de las especies más hermosas que se han creado, desde faisanes con plumajes vistosos, Quetzales con largas plumas que serían la envidia de cualquier monarca, hasta monos juguetones que se balancean entre las ramas altas en las copas de los árboles. 

Si se respeta, y se aprende a escucharla, la madre selva también nos da la mayoría de las respuestas a nuestros problemas a la hora de sobrevivir en esta, desde raíces que ayudan a purificar el agua hasta el “chacá”, el cual es un árbol de tronco rojo como la sangre que parece estar descarapelándose, este, por alguna extraña razón, siempre crece a unos cuantos pasos del “chechén”, cuando se corta la corteza y se unta en la parte en la piel afectada por el veneno del “chechén”, la savia empieza a contrarrestar las toxinas, aliviando y curando la intoxicación. Cuando mi padre comenzó a enseñarme esto le pregunté:
- ¿Por qué el chacá siempre crece cerca del chechén? – La verdad es que no daba mucho crédito a la historia la primera vez que la oí.

-Porque Dios es grande. -Respondió.

Vestigios de una antigua civilización


Aqui anexo un articulo y la leyenda maya para darle más credibilidad a mi historia
http://mayananswer.over-blog.com/article-el-chechen-y-el-chaca-44830830.html

He tenido muchas oportunidades de ver el árbol del chechen de lejos, suficiente para aprender a reconocerlo y saber que tengo que guardar distancia con él.

Las ruinas de templos menores y centros ceremoniales iban quedando atrás a medida que avanzamos con la intención de llegar hasta el templo principal. Cuando lo vi por primera vez, la cosa que más me llamo la atención fue su altura, a diferencia de las pirámides de Chichen Itzá, Ek Balam, Uxmal, Palenque o Teotihuacán que tenemos en México, esta era más alta, otra diferencia que me llamo la atención fue que el cuadrado de la base tiene un perímetro menor que las pirámides antes mencionadas. Sus largas escalinatas son una invitación a subirla, pero una cadena y un guardia sentado a unos pasos a la sombra frondosa de un árbol de “ramón” era suficiente disuasivo para que uno evitara hacerlo, aun así, se le permite subir al turista a una pirámide que se encuentra frente a esta que es casi tan alta como la del templo mayor pero más gruesa, una escalera de madera es la que te permite subir la pirámide para así evitar que el desgaste de las pisadas, dañe los escalones originales, una vez arriba la primera cosa que a uno le llama la atención, son los montones de templos que sobresalen entre la selva, como si se asomaran de manera tímida para regresarnos la mirada desde los árboles que a esa altura parecen simples arbustos.

Escaleras a un costado de la piramide que esta en frente del templo mayor




Nuestras ganas de explorar, nos llevaron a adentrarnos más en la zona arqueológica, varias horas después (De estar perdidos), nos dimos cuenta que solo valía la pena visitar el templo mayor y admirar las ruinas que veíamos a nuestro paso hasta ahí. En resumen, puedo decir que ir a Tikal vale la pena, pero no adentrarse mucho a ver las demás ruinas, ya que el paseo es cansado y las distancias bastante largas.
Pocas cosas hay mejores para abrir el hambre que una buena caminada, es por eso que al momento de llegar al carro, después de hidratarnos y recorrer de regreso el camino de 10 kilómetros que teníamos que hacer en 30 minutos, ósea, después de una hora de haber regresado al carro, buscamos un lugar donde comer entre los pueblitos que adornaban el camino, fue así que encontramos un puesto de “pupusas”. Para describir a la pupusa lo hare de la siguiente manera: Una delicia gastronómica. Muy parecidas a las gorditas que acostumbramos a comer en México, pero más gruesas. Son una especie de tortilla de maíz gruesa rellenas de chicharrón o frijoles, queso y “loroco” (Una yerba local). La primera vez que tuve la oportunidad de probarlas fue en un restaurant salvadoreño en Provo, Utah, pero el puestito de la señora que vendía pupusas al lado del camino, se llevó el premio a la mejor pupusa por mucho. Nada como lo local.

La pupuseria



De regreso en el “Green Monkey” (nuestro hostal en Flores) mi corazón ya palpitaba con fuerza y cariño por ese país de costumbres y forma de hablar diferente al nuestro.
La mayoría de las personas de Guatemala tienen la costumbre de decir para cualquier cosa: “no haya pena” que viene siendo algo así como, no se preocupe. Y eso hice, dejé de preocuparme por todo. Comenzaba a comprender de qué trataba la vida.
Esa noche nos fuimos a la cama relativamente temprano. Teníamos que descansar, porque al día siguiente nos esperaban muchas horas de carretera en nuestro camino al corazón de Guatemala.


El mundo es chico, un ejemplo es esta pareja que conocí en el centro de Mérida y que me encontre de nuevo en Tikal.




miércoles, 1 de febrero de 2017

Hale


Las calles de Flores


Cuando las cosas se hacen de manera diferente a como estás acostumbrado, es que te das cuenta que no estás en tu tierra. Lo bonito de viajar es poder conocer lugares que bien podrían ser mundos completamente diferentes al de uno propio. Una de las primeras cosas que me llamo la atención al pisar por primera vez tierras guatemaltecas fue el notar que en las puertas había un pequeño letrerito exactamente por encima del pomo que rezaba: “hale”. En México estamos acostumbrados al letrerito que dice “jale” o incluso al tan común “pull” del vocabulario inglés; pero “hale” no era una palabra que me hubiera venido a la mente ver escrita en una puerta como indicación de lo que debes hacer para abrir la puerta de manera correcta. Aun así, comprendí la indirecta que el universo me estaba dando: Se me estaba indicando que abriera la puerta para conocer un nuevo mundo; y así fue.


La noche en el Dirtys McNasty´s no había sido del todo agradable. Al regresar a la habitación después de la noche de fiesta, me subí a la cama, no pasaron ni cinco minutos antes de darme cuenta que estaba nadando en mi propio sudor. El calor del caribe y la falta de ventilador hacían casi imposibles el poder conciliar el sueño. Eso sí, seguramente estaba empezando a bajar las calorías de los corn dogs y Cinammon rolls que me había despachado esa misma noche. Ojalá bajar de peso fuera así de fácil como estar acostado. Fue así como me pase la noche entre paseos nocturnos por las calles de la isla y buscando donde comprar agua para mitigar una sed que casi se había vuelto desesperante. No tarde en darme cuenta que no había ni un alma que tuviera su tienda abierta para vender agua y que mi cometido era casi imposible hasta que encontré un buen samaritano que me vendió cuatro bolsitas (si, bolsitas) de agua por un dólar. Casi no dormí y buena parte de la noche me la pasé sentado en la arena de la playa.
Las primeras luces del día tardaron en llegar mucho más de lo habitual a mi parecer, pero cuando llegaron, supe que la espera había valido toda la pena del mundo. El sol parecía nacer de las profundas aguas del caribe haya donde mis ojos no alcanzan a ver, primero asomó tímidamente su corona, poco a poco dio paso a todo su cuerpo sin importarle el tiempo, sus rayos se reflejaban en las aguas color turquesa que adquirían como por arte de magia un color dorado, como si todo el mar se hubiese convertido en un cuenco de oro derretido gigante. Las gaviotas revoloteaban alegres al contemplar el inicio de un nuevo día. Melanie se despertó temprano y no tardó mucho en acompañarme a contemplar el espectáculo celeste que ocurría frente a nuestros ojos mientras nosotros contemplábamos sentados en un pequeño muelle que sirve para atrancar embarcaciones de pequeña envergadura.
- ¿Quieres nadar? – Le pregunté ante la oportunidad de nadar en el mar de madrugada.
-No traje ropa, la deje en el carro en Belize City. – Respondió Melanie como excusa.
-Te entiendo, nadie quisiera viajar todo pegajoso de regreso en un ferry todos apretados, ¿No? – El viento soplaba fresco, pero aun así las aguas cristalinas del Caribe nos invitaban a entrar en ellas. – Pero recuerda que no siempre tenemos la oportunidad de estar en una isla en medio del Caribe y ver el amanecer, y mucho menos meternos a nadar tan temprano. – Añadí – Quizá en unos meses nos arrepentiremos de no haberlo hecho o recordaremos esto con todo el cariño del mundo. – Y así fue, meses después de haber ocurrido esto, todavía sonrió y atesoro como un recuerdo valiosísimo el haber convencido a Melanie (no sin cierto grado de dificultad) de que nadáramos en esas aguas.
Después de eso fuimos a despertar a Carlos. El calor que hacia en la isla seco nuestra ropa casi de inmediato (aunque si, estábamos todos pegajosos) Sin perder mucho tiempo, desayunamos un rico y delicioso pan con crema de cacahuate y nos dispusimos a pedir prestados los kayaks del hostal para conocer el manglar. Conseguimos uno para tres tripulantes y navegamos alrededor de una hora mientras cardúmenes de peces de casi un metro de tamaño nadaban apurados por debajo de nuestra pequeña embarcación. Algunos saltaban de vez en cuando y nos permitían admirarlos fascinados como un niño admiraría un juguete en una juguetería.
A pesar de que no teníamos nada que hacer más que disfrutar de nuestro viaje, estábamos un poco apurados por regresar a Belize City y tomar el auto para poder cumplir nuestra regla de no manejar por carreteras Centroamericanas de noche.
A decir verdad, no recuerdo mucho del trayecto de Belize City a Santa Clara que es la frontera de Guatemala con Belice, la mayor parte la manejo Carlos para que durmiera y aprovechara a recuperar la mala noche que había tenido anteriormente.
La frontera de Belice con Guatemala era un pequeño control en el que te revisaban al salir de Belice y te sellaban el pasaporte y revisaban los documentos del auto para poder pasar el vehículo al país vecino. Después de un largo y tedioso papeleo (eso sí, con toda la amabilidad del mundo, los guatemaltecos son gente súper amable) nos pidieron que subiéramos al auto para que lo pudieran fumigar (Era la segunda vez de muchas en la que nos fumigaban el auto desde que empezamos el viaje) para controlar la entrada de especies o gérmenes indeseados en el país. Uno podría pensar que rosear veneno a tu auto es una medida dura y hasta un poco grosera, sin embargo, platicando con la gente de Chetumal, me han contado que antes, en nuestro lado de la frontera mexicana aplicábamos el mismo control estricto para los que entraban de Centroamérica a nuestro país, con la diferencia de que nosotros no solo fumigábamos el carro de la persona, también llegamos a fumigar a las personas que entraban, comportamiento que desapruebo completamente por la manera en la que nuestros hermanos centroamericanos eran tratados.

El petén


Lago del Petén

Una vez dentro de Guatemala, era como si todo el paisaje supiera que estaba en un país completamente diferente. Los paisajes selváticos y las llanuras de Belice dejaron de existir para dar paso a una mezcla de paisaje montañoso con flora entre selvática y de bosque. Grandes ríos circulaban por la base de los cerros, unos con afluentes más grandes que otros, pero todos aportando una belleza extraña y exótica al país que se me antojaba de película de Hollywood.

El "Tac tac" es uno de los medios de transportes favoritos de este país, en si todo lo que tenga que ver con motos.


La idea era llegar hasta una ciudad que se llama Petén, la cual tiene un inmenso lago, en él existe una isla en medio a la cual los lugareños llaman Flores, isla famosa por sus casitas de colores al estilo Puerto Rico con tejados de dos aguas. Las casas de la mayoría de las personas se encontraban conectadas una con otra, pequeños callejones servían a modo de calles para pasar a las casas que se encontraban atrás de las primeras, un boulevard rodeaba toda la isla que se conectaba con Petén por medio de un puente, en medio de este paraíso hay un cerrito con una pequeña iglesia en la punta, en el cerro no hay vegetación solo las casas que se amontonan una con otra recordando un panal de abejas engullido hasta la mitad por las aguas del lago de Peten. Flores es la parte turística, por su lado Petén, representa la vida cotidiana del pueblo, hay carnicerías, súper mercados, tienditas, restaurantes de comida rápida, bancos y cualquier cosa que podría existir en una ciudad pequeña.
Para no perder costumbre, nos hospedamos en un hostal llamado “Green Monkey” que Melanie había encontrado por internet. Para nuestra sorpresa, el encargado de registrarnos era mexicano. El sentimiento de encontrarme a un paisano en el extranjero es el mismo que uno tiene cuando uno ve a un familiar que no ha visto en mucho tiempo, y por lo visto el sentimiento fue mutuo.


Mallenie y yo junto a nuestro hostal "el chango verde".


Las habitaciones del “mono verde” eran mucho más grandes que las habitaciones del hostal anterior; para nuestra suerte nos tocó una habitación en la que había solamente tres camas por lo que no tuvimos que compartir habitación con nadie. Todo para nosotros tres.
Desde que pasamos la frontera tuvimos la oportunidad de interactuar con la población local. Un sobrenombre que ellos mismos se han puesto es el de “Chapines” la verdad es que se desconoce la razón de este apodo, pero algunos dicen que es una transliteración del arábigo "Chipin" que significa alcornoque, una especie de material que usaban los habitantes del lugar para fabricar un calzado bastante popular entre ellos en la antiguedad. Los guatemaltecos son personas de forma de ser sencilla, amables con cualquiera que quiera platicar con ellos, gente que siempre tiene preparada una sonrisa para cualquiera que quiera recibirla, gente que al igual que mi pueblo son personas con la piel color del cobre, pero con un corazón de oro.


Melanie entre las coloridas calles de Flores sacando fotos 

Amor del bueno


Después de tantas horas de aventuras la tripa ya nos gruñía, por lo que decidimos ir a probar lo que culinariamente tenia Flores que ofrecer. La única condición que le pusimos era que fuera barato. Maldita pobreza.

No tardamos mucho tiempo en encontrarnos este puesto: 

Pasteles grandes como discos de tornamesa, flans, fresas con crema, postres de coco e infinidad de agasajos de azúcar para la mirada y el paladar


Unos cuantos de los guisos que se nos ofrecían; dignos de un rey.



Había guisos de todo tipo, picadillo de res con papa y zanahorias, papas con crema, puré de papa, frijoles con puerco, algunos guisados que estaban especiados con mucha cebolla, había jalapeños remojados en vinagre y mezclados con repollo, guisos a base de huevo cocido, otros con fideos y montones de verdura cocida, guacamole picosito y frijoles negros bien machacaditos, todo puesto en ollas de barro esperando a que el cliente los señalará con un dedo para que la señora del puesto los pusiera ya fuera en tostadas o en una cama de tortilla grande a manera de burrito. Todo era delicioso, pero más sabroso aún era el precio, el trato era de la siguiente manera: podías escoger tres tostadas o un burrito y una tostada por tan solo 5 quetzales (Aproximadamente 13 pesos mexicanos con el cambio actual o .67 centavos de dólar americano) cual fuera la opción que escogiste, tenías el derecho de escoger un guiso para acompañar a tu tostada o a tu burrito. Si agregabas 5 quetzales más le podías agregar una bebida de agua fresca, cosa nada despreciable con el calor que estaba haciendo. El país nos estaba dando la bienvenida de la manera que más me gusta, Guatemala le había atinado, de alguna manera sabía que el camino a mi corazón empieza por mi estómago.
Solo era cuestión de tiempo el descubrir las maravillas que este lugar tenía preparadas para mí. Había escuchado miles de historias de sus hermosas selvas, de sus ruinas mayas tan diferentes a las de mi país, de sus ciudades coloniales escondidas entre los cerros de su propia cordillera, había escuchado entre otros viajeros que mencionaban playas con arena tan negra como el chapopote y de lagos enormes rodeados por anillos de volcanes que aún seguían activos, ¿Qué tan cierto era todo esto? En los próximos días estábamos a punto de descubrir muchos de los misterios de la nación de los quetzales.







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